CAPÍTULO 2

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El joven guerrero Masroud  aguzó la vista desde el prado donde practicaba con un par de sus hombres con la espada. Cerca de él otros soldados se ejercitaban de igual forma en aquella fresca mañana. En un trote corto y cansino, apareció una mula torda con alforjas y sin jinete.

Su oponente de la derecha estuvo a punto de herir su brazo, pero su rápido movimiento de pies lo esquivó. Alzó el brazo deteniendo la justa en ese instante.

––¡Alto!–– señaló al camino que llevaba a la pequeña fortaleza que habitaban en las colinas de Areudon, cedida con gentileza por el señor del reino, agradecido por los múltiples servicios que su hueste había prestado. Aunque a la vez servía de defensa en ese punto débil de su país.

––¿No es ese el animal que se llevaron mis hermanos de expedición?

Los otros dos hombres dejaron de acosarle, y bajaron sus espadas para volverse a mirar hacia donde señalaba el Implacable.

––Lo parece, señor––respondió alguno de ellos.

Masroud arrojó al suelo la espada de entrenamiento, y se limpió el sudor de la frente con el antebrazo. Ascendió por la suave pendiente a buen paso. La acémila caminaba directa al cercado. Cuando llegó a ella, otro de sus hombres había acudido alarmado.

––Señor es la torda que se llevaron Kiran y Sehram ––dijo en tono preocupado.

El guerrero tanteó al animal. Tenía aspecto cansado, pero aun así no estaba herido y su carga intacta. Comida y armas de refuerzo para el viaje. Miró a uno de los más jóvenes que le habían seguido.

––Desunce a la mula, y llévala al establo, dadle agua y comida. Luego prepara mi caballo, y necesito a Verner, Jeires y tres voluntarios. También envía a por provisiones a las cocinas.

Algunos hombres más se reunieron en la puerta de el pequeño recinto amurallado

––Señor, ¿Qué puede haber ocurrido?––preguntaron entre murmullos.

––No lo sé, hace seis días que marcharon y ahora vuelve el animal solo y sin señal de haber sido robado. Al menos estarán a tres días de camino. Si ha sido un descuido y se les ha escapado, puede ser que nos estemos alarmando sin razón. Pero mi hermano Kiran no es dado a tales despistes, aunque  mi hermano pequeño a veces no sabe ni dónde tiene la cabeza, ni sus atributos. Vosotros, necesito seis hombres que me acompañen en su búsqueda. Cabalgaremos con lo preciso para ir rápidos, nada de mulos ni caballos con carga. Lo que podáis llevar aparte de vuestras armaduras de viaje. El resto de la tropa seguidnos y esperadnos en la primera posada que veáis tras cruzar el paso nevado. Os iremos dejando señales para que nos sigáis.


Sayideh había organizado una competencia contra sus propios compañeros de armas. Una tropilla de barbilampiños que aún no podían considerarse soldados de su padre, el rey Gyefer, sino escuderos en proceso de aprendizaje. Sus edades oscilaban entre los catorce y los dieciocho. La mayor de todos era ella. Pero Sayideh, por muy hábil que fuese, jamás comandaría el ejército de su padre, había nacido mujer.

Sin embargo se complacía en ejercitarse junto a los más jóvenes. El rey no se oponía a ello, tampoco que, aunque contase ya con casi veinte años, no quisiese tomar marido. ¿Quién entre los conocidos querría a una tigresa por esposa, si era capaz de defenderse con un corto puñal, una espada o un arco mejor que cualquier otro hombre?

El objetivo fijado era el puentecillo de madera que cruzaba el río. Desde la torre cuadrada esquinera, sobre las habitaciones de su hermano y cuñada, se apiñaban todos. Habían conseguido un arco largo y apenas una docena de flechas. Eran las mas difíciles de fabricar, por lo que tendrían que recuperarlas y procurar no romperlas.

Leyendas de los Reinos Velados, 2. Masroud el Implacable.Where stories live. Discover now