CAPÍTULO 21

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Sayideh recordaba en algún punto de su mente  la fragancia a limpio, la comodidad bajo su cuerpo, la suavidad sobre su piel. Quiso cambiar de posición, en ese instante el dolor punzante la hizo volver apenas un instante a la realidad. Se llevó la mano al pecho. Aguantó el gemido que quiso salir de su boca o quizás le fue imposible mover los labios. Aún con los ojos cerrados todo volvió a su cabeza como una cascada de acontecimientos, la muerte de su sobrino, la batalla, su hermano apuntando con una flecha a Thais, todo.

En ese momento sí gritó, pero apenas salió un gemido ahogado de su garganta. La cabeza de su hermano era separada de su cuerpo por dos espadas curvas de un guerrero con celada de penacho negro como la muerte. Estaba a oscuras, a solas, pero... ¿Alguna vez no lo estuvo?

Manos cálidas acariciaron sus hombros, acomodando los almohadones con extrema suavidad, una voz gentil y llena de consuelo susurraba palabras que al principio fueron ininteligibles dentro de su propio caos. Una vela se encendió sobre el candelabro de su derecha, luego otra y otra.

La voz seguía murmurando palabras quedas y tranquilizadoras. El borrón de un cabello lacio, casi blanco, brillante casi irreal, un rostro pequeño perfecto, ovalado y unos ojos de color imposible, como rosados. Las mismas manos delicadas sujetaron su nuca para levantarla apenas y le dieron de beber de una pequeña redoma, sabía a hierbas endulzadas con miel. Tras ello, agua fresca y dulce.

––Duerme, guerrera––dijo la dulce voz femenina a la que no reconoció––duerme, estás a salvo. Estás entre amigos.

Y Sayideh obedeció.

Masroud había contemplado desde la puerta como Áurea volvía a dar una de sus drogas a Sayideh, tras el tiempo que le había tomado sus quehaceres en palacio.

––¿Cuándo permitiréis que despierte?––preguntó impaciente a la curandera acercándose a la cama para contemplar como Sayideh había sido curada, aseada y le habían cambiado la camisa de dormir por otra limpia.

––Si es tan guerrera como vos, señor, prefiero al menos un par de días más. En cuanto despierte no creo que quiera permanecer por voluntad propia en la cama––sonrió la joven curandera.

––Me encargaré personalmente de que no se levante de ella todo el tiempo que dispongáis, joven Áurea. Tengo mis métodos persuasorios––dijo Masroud sin dejar de contemplar la belleza de cabello atigrado dormida.

––No quiero imaginar cuales, pero sed paciente con ella. Ahora os dejo para que descanséis, a primera hora de mañana volveré a verla, darle sus medicinas y comprobar que es bien alimentada––repuso Áurea retirándose de los pies de la cama.

––Gracias, sois de gran ayuda, no sabré nunca como pagaros––se volvió a mirarla el guerrero con gesto agradecido..

––Vuestro hermano, el rey Kiran se ha encargado de ello, con un lugar seguro dónde descansar, ejercer mi sabiduría, y la protección que prometisteis darme antes de marchar a mi querido abuelo––respondió con serenidad la joven.

––Es lo mínimo, señora. Buena noche paséis––se despidió Masroud con una ligera reverencia de respeto.

––Igualmente, guerrero––dijo la joven con su dulce voz, saliendo de la recámara, cerrando la puerta a su espalda.


Áurea se dirigió a sus habitaciones. No habían consentido que fuese en el ala de los criados y personal del castillo. Su alcoba estaba en la zona noble del castillo, apenas dos puertas más allá de la de Masroud. La puerta siguiente estaba entreabierta apenas unos centímetros. No era tonta, sintió los ojos del más joven de los hermanos en su nuca. Sonrió, desde que llegó al castillo apenas había hablado con él, procuraba evitar cruzarse con ella, a pesar que les unía un lazo invisible y otro que no lo era. Una pequeña bebé, rescatada de los brazos de la esclavitud o a saber, hija de la desgraciada antigua reina Moureana y de Sehran, la cual dormía en su misma habitación, junto a su nana.

Leyendas de los Reinos Velados, 2. Masroud el Implacable.Where stories live. Discover now