CAPÍTULO 4

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El trote de caballos le alertó y estuvo en la puerta en unos instantes. Sin embargo el anciano no se alteró lo más mínimo, como si supiese que quien se acercaba no era enemigo. Siguió con su tarea mientras Masroud salía a afuera,  su nieta se afanaba con los pucheros encogiéndose más si eso era posible.

Gris  sorprendió al guerrero, saltó sobre él, lamiendo su cara. De pie sobre sus patas traseras era tan alto como el guerrero, los hombres que había enviado en busca de Sehram habían vuelto.

Kiran tardó un poco más apenas en seguir sus pasos. Se apoyó en el dintel de la puerta, mientras recibía el primer rayo de sol en días.

La sonrisa de sus hombres al verle fue patente.

––¡Señor! ¿Cómo os encontráis?––preguntaron bajando de sus monturas.

––Recuperado. ¿Qué habéis conseguido?––respondió Kiran, rodeado por ellos.

El resto de la hueste salía de sus tiendas tras la casa del curandero para acercarse, curiosos y a la vez alegres de ver a su jefe de pie tras tan larga agonía.

––Volvimos a la posada. Gris insistía en seguir un camino difícil, pero lo hicimos. Llegamos hasta una casona de piedra, quizás un antiguo intento de fortaleza. Lo protegían apenas media docena de guerreros con turbante, como los hombres del sur profundo. Incluso el color de su piel era tostado. No pudimos acercarnos, más, pero el lobo se empeñaba, tuvimos que sujetarle. Al anochecer intentamos un acercamiento, dejando a Gris atado y aullando. En las cuadras estaban Noche y Brioso, los caballos de vuestros hermanos, junto a varios más, incluido un palafrén de dama y unas mulas. También encontramos su capa.

Sacó la capa negra de Sehram, y el lobo corrió a olfatear y a aullar lastimosamente.

––Iremos allí en seguida. ¿Cuánto tiempo os ha tomado la vuelta?––preguntó Kiran.

––Ni medio día. Perdonad que no lo intentásemos, pero...––respondieron.

––No, seguisteis mis órdenes, encontrar una pista. Ahora organizaremos la partida––dijo Masroud.

––Preparad un caballo para mí, iré en su búsqueda––afirmó Kiran

Masroud, se volvió hacia él. Con serio gesto negó con la cabeza.

––Te quedarás aquí, yo tomaré veinte hombres, tú quedaras con diez para tu protección––negó Masroud poniendo una mano sobre el hombro de su hermano..

––Aún herido, sigo siendo tu superior, además de tu hermano mayor. Traed algo que me sirva de vestimenta de batalla o coraza. Todos partiremos, a excepción de dos, que si no volvemos en un par de días, regresarán por el paso en busca de refuerzos, y que arrasen esta tierra maldita.



Sehram como cada noche, esperaba en esa cama, restringido, desnudo y excitado la llegada de la dama enmascarada, la de la piel sin mácula, que olía a esencias exóticas y cuyo cuerpo disfrutaba extasiado. Ni siquiera le importaban las ataduras. Pero los días eran largos y solitarios. Su mente daba vueltas, cuando no dormía o era atendido en su baño por esas mujeres. ¿Quién sería ella? Quería averiguarlo como diese lugar.

La belleza apareció mucho mas temprano que veces anteriores dejando caer su capa caminó sinuosa a su lado. Su mano acarició el rostro de efebo del joven de dorado cabello. Ella se hubiese merecido un esposo joven, fuerte, para engendrar hermosos hijos, no ese pobre anciano. Aunque rey, y aunque pusiese todo su empeño, nunca la complació. Su cuerpo lo aceptaba como era su obligación nada más.

Sin embargo por otra noche más ese perfecto ejemplar masculino de piel apenas tostada por el sol, como un dios, casi perfecto a no ser por viejas cicatrices de batallas que le hacían notar que era un guerrero a pesar de su juventud, humedecía sus muslos solo al contemplarle.

Leyendas de los Reinos Velados, 2. Masroud el Implacable.Där berättelser lever. Upptäck nu