CAPÍTULO 5

22 6 12
                                    

Con el regreso a la cabaña del curandero, comenzaron a planear su venganza. Eso sí, después de reprender a Sehram por dejarse llevar siempre por sus apetitos. El joven, enfadado de soportar por tercer día las chanzas de los soldados tras la soberana reprimenda de sus hermanos mayores, escapó al silencio de los bosques que rodeaban la cabaña y casi estuvo un día perdido. Por suerte el lobo siguió su pista justo con Masroud y le encontró al atardecer. Lo halló dormido a pierna suelta sobre una piedra plana al lado de un pequeño lago de montaña.

Se pasó después una semana hablando de un hada que encontró en ese paraje perdido, con la piel como el alabastro, el cabello blanco, ojos color amatista y piel sin mácula. El curandero le escuchaba repetirlo por tercera vez, le aconsejó no volver a internarse solo sin conocer el terreno pues había sitios donde crecían ciertas hierbas cuyas flores podían inducirte a tener los más locos sueños.

Sehram se empeñaba en que él no había visto flores por parte alguna, sólo cuando la hermosa y etérea ninfa de los bosques estuvo atrapada por él, sopló de su mano algo que picó en su nariz, y después de esto no recordaba más que la voz de su hermano Masroud, el ladrido del lobo y casi era de noche. Escondida tras la puerta de la cabaña, la joven nieta se tapaba la boca para aguantar la risa. A la vuelta su abuelo le ordenó tener más cuidado la próxima vez que escapara a su lugar favorito en el bosque en el mismo nacimiento del rio, y ella asintió, intentando no volver a reír. Pero cada vez que miraba al guerrero más joven ir y venir por delante de su puerta, Áurea no hacia más que evocar aquellos momentos vividos junto al lago natural y sentía como su corazón se aceleraba, aunque él no notase ni su presencia.



Era divertido para Sayideh cabalgar con su trenza al viento a lomos de su corcel bayo, seguida de la tropilla de chicos que la secundaba, practicar la espada, el arco, el hacha. Pero aún era mejor poder escapar a las fiestas del reino vecino sin ser reconocida. Vestida de jovencito, a solas llegó hasta el castillo de Bröden. Los informadores que tenían allí, bien pagados por supuesto, dieron noticia de grandes festejos de celebración por el embarazo de la reina. El reino del Uro era el que lindaba con el suyo. Sabía que estaba en el punto de mira de su padre, pero era un sitio bien guarnecido, una fortaleza en lo alto de un risco, con casas de madera y piedra arracimadas alrededor.

Difícil de cercar por el escarpado terreno, pues sus habitantes tenían la ventaja de poseer fuentes de agua dentro de sus muros naturales, más la superioridad de la altura. Sin embargo aquí estaba ella. Dejó su caballo en unas cuadras por unas monedas, con heno fresco y agua, y ocultando su cabello recogido con su habitual capilla corta con caperuza, tan usual entre los jóvenes no tuvo problema en traspasar la recia puerta que custodiaba el alcázar.

Reconoció que el lugar era hermoso. Las murallas fuertes, construidas de sólida piedra gris, anchas y bien guarnecidas con atalayas y contrafuertes. Un buen establo nada más mirar a su derecha, a la izquierda los barracones de la tropa, pero en vez de la habitual torre del homenaje, se elevaba en su interior una construcción mucho más elegante. La influencia era clara de los países del sur. Los canteros que la elevaron se recrearon en la belleza, arcadas, balcones y un frontal hermoso con dos alas, una al norte y otra al sur.

Contaba con varios patios interiores, la plaza de armas, de tierra apisonada, y otras más privadas. Según decían hasta disfrutaba de un patio interior, a tanto no se atrevió pero sí llegó hasta las cocinas desde dónde salían hogazas de pan dulce y no faltaban cuencos de frutas y vasos de cerámica que las mozas rellenaban de vino. La que lleno el suyo incluso le hizo un guiño, confundiéndole con un verdadero joven. Ella asintió y se retiró. Nunca se dejaba ver demasiado tiempo, no quera hacerse notar en exceso, para que no recordasen sus rasgos.

Leyendas de los Reinos Velados, 2. Masroud el Implacable.Where stories live. Discover now