CAPÍTULO 15

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Sayideh tuvo que oír la voz de su hermano reprendiendo por su escapada por todo el castillo, mientras la llevaba con un brazo atenazado hacia las habitaciones de su padre. Ella continuaba en silencio, como todo el viaje hasta allí, sentada en la cruz del caballo de Rynounm, como si fuese una doncella en vez de la mejor arquera del reino.

Como era habitual por su estado, Gyefer descansaba en su lecho, pero nada más sentir el retumbar del paso firme de su hijo, levantó la cabeza hacia la puerta. Su expresión fue una mezcla de alivio e interés al ver a su hija sana y salva. Apenas unas horas antes le llegó noticias de que estaba en el castillo de su enemigo.

––Vaya con mi pequeña tigresa, tenéis más arrestos que mis propios espías. Escapasteis de vuestro hogar y del cubil de el Sanguinario. ¿Cómo llegasteis a estar sentada en la mesa justo al lado del enemigo?

De nada valía mentir a su padre. Sus penetrantes ojos parecían llegarle hasta su misma alma y escudriñar cualquier indicio de falsedad.

––Salí de mi torre poco después de volver de la incursión. Los idiotas de los guardias que me puso aquí, mi hermano, estaban entretenidos con el trasero gordo de una de las mozas de la limpieza, me escabullí hasta las cuadras, tomé la capa de uno de los chicos que limpian las cuadras, busqué un caballo penco al que no echarían en falta y salí por la misma puerta sin que nadie se fijase en mí. Sin embargo en el bosquecillo me acechaba el Implacable. Me secuestró sin saber quien soy, creyéndome un arquero a vuestras órdenes, padre. Me llevó hasta el reino del Uro. Pero al verme, la reina intercedió por mí, sin darme a conocer como vuestra hija. Fui bien tratada y esta mañana se me proporcionó una cabalgadura para que regresase a casa. Nada más.

Su padre entrecerró sus brillantes ojos. En su fuero interno sentía que su hija, a pesar de contar la verdad, se reservaba algo en su interior, pero no quiso atosigarla. Si era importante, ella misma, con un poco de tiempo, acudiría a sus habitaciones en privado para contarlo. Estando Rynoumn presente, lo veía difícil.

El viejo empezó a reír bajo primero, y luego a carcajadas.

––Nunca he conseguido que uno de mis hombres haya llegado tan lejos como mi hija, digna de la amazona hija de su madre. Bienvenida de vuelta. Pequeña tigresa mía, comed algo, dormid, cuando estés descansada, podréis volver pronto a ver a vuestro viejo padre y contarle más detalles.

Sayideh agradeció a su progenitor con un gesto de asentimiento y marchó de allí, tirando de su brazo, aún sostenido por su hermano en la misma puerta del gran dormitorio. Pasó por la cocina, metió algo de comida en un paño medio limpio y corrió hasta su torre. No podía engañar a su padre, imposible. En algún momento esa conversación se repetiría y...  ¿Qué podía detallar que no pusiese a Thais, la única persona del mundo que había demostrado bondad con ella, en peligro?


Masroud se encontraba recostando su espalda justo en la pared frente al dormitorio de Thais y su hermano Kiran, con los brazos cruzados sobre el pecho y expresión de enfado en su rostro. Nada más ver salir al flamante rey de la alcoba se puso a su altura.

––¿Ha cantado el pajarillo? ––preguntó impaciente.

Kiran no le contestó de inmediato, se volvió hacia el soldado más cercano.

––Trasmite mis órdenes que den por terminada la búsqueda––miró entonces a su hermano que continuaba allí con cara de suficiencia, se acercó para susurrar––. Zopenco, mientras te lucías en la arena del patio de armas, la muchacha aprovechó para escapar por la puerta a caballo con toda tranquilidad. Debe de estar en su castillo a estas horas, se llevó un buen corcel, con sus años, pero fuerte y rápido.

Leyendas de los Reinos Velados, 2. Masroud el Implacable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora