12. Hallucinations.

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Hi~ Acá me tienen a tiempo, este es un capítulo bastante especial porque ya le da pie real al final y va aclarando o dejado en paralelo una que otra interrogante que resolveremos de manera definitiva el fin de semana con el termino de la dínamica. Este es uno de mis capítulos favoritos como mencioné y por eso debo decidarselo a mi shimlexa, muchas gracias por el tremendo apoyo y confort que le das a esta dínamica, me tomó por sorpresa verte tan emocionada y no sé, te lo he dicho harto pero eso es muy especial para mí, más que nadie conociste lo insegura que me sentí con esto, de todo corazoncito, gracias.

¡Espero que les guste!

¡Espero que les guste!

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Lo intenta.

Lo intenta. Lo intenta. Lo intenta. Lo intenta. Lo intenta. Lo intenta. Lo intenta. Lo intenta. Lo intenta.

Eiji lo intenta todos los días, tomó la decisión de vivir por muy irreverente, inocente y pretencioso que se escuche, sabe que no por desearlo con más fuerza el Hanahaki desaparecerá en una especie de acto mágico o benevolente del universo, de hecho, cree estar pasando por las etapas de su duelo bastante rápido y violento, sin embargo, sentir a Aslan quebrarse entre sus brazos porque carga con el mundo entero encima de los hombros reventó su burbuja de disociación ¡pop!

«Debes protegerlo».

Comenzó a retumbar por su cabeza, será duro intentarlo de verdad, acumular su fuerza, aferrarse con garras y uñas para presunto fracaso prescrito, no porque sea pesimista, sino que debe afrontar que ha empeorado.

La criatura en su interior es mucho más grande que antes y se encuentra hambrienta, es una lucha diaria tener que pretender ante la familia de Aslan (frente a los niños, no tiene sentido fingir con su novio y lo sabe), pero el Hanahaki se ha vuelto insaciable, igual a una hiena hambrienta, acechándolo desde su refugio en la pradera, relamiéndose los colmillos, lanzando un aullido voraz que le taladra hasta los tímpanos y la única forma de aplacarlo es lastimándose, volcando espinas, tallos, pétalos, incluso rosales enteros, no le importa, que duela, que duela con ganas.

Más, más, más.

Mientras más daño se hace más satisfecho está el monstruo en su interior, más, quiere ver algo aún más grotesco, quiere verlo sacarse las espinas de la garganta, quiere ver sangre salpicar las baldosas del baño, pétalos atorados en su nariz al haberse desviado, quiere clavar sus garras para echar raíces y de esa manera poder envolver a todo Eiji en una cuerda que tensa y tensa, si sigue tensando lo va a cercenar y ambos lo saben. Solo entonces, cuando el japonés yace agotado, con una mirada vacía frente al espejo, con el putrefacto sabor a flores quemándole la lengua, con un espeso hilo escarlata goteándole hacia el mentón, con los órganos recubiertos cada vez por hielo más fino y el alma hecha pedazos que se profesa satisfecha la bestia.

«¿Ya estás contento?», le preguntaría.

Aunque nunca responde, el monstruo le da una sonrisa torcida y grotesca, mostrando las larvas que caen entre sus dientes mientras se pudre, toda la casa se está pudriendo en rosas, y se vuelve a dar una siesta, dejándolo en paz durante algunas horas, dejándolo respirar. Y mierda, es duro intentarlo en esa clase de condiciones.

Send me roses  [Angstruary]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora