CAPÍTULO 3: La Calle. (+18)

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Pedro es un moreno alto y para sus apenas 17 años, tenía ya sus pectorales bien definidos porque siempre estaba cargando objetos pesados, llevando su carrucha con uno que otro mandado, matando algún tigrito (haciendo un trabajo extra) o hasta cortando una mata o árbol con un machete. En ocasiones Luis y él ayudaban a la amorosa Aminda a vender las empanadas para que esta les diera algo de dinero para ir el sábado o el domingo a una pequeña fiesta o matinée. Ya a esa edad solo quieren salir a divertirse, pues sienten esas ganas enormes de explorar el mundo y se creen grandes. En el sentido que piensan que pueden hacerlo todo y luchar contra cualquier cosa.

Aparte es la edad más floreciente de las hormonas, en la que ya se quiere pasar de los besos con las chicas a tener relaciones sexuales y pues quien quita llegar a tener una noviecita legal. La juventud de Pedro fue bastante divertida e inocente en un principio. Él jugaba, iba a pasear con sus amigos, regresaba de la escuela del Liceo y luego se ponía a hacer sus tareas. Se acostumbró a ser muy juicioso y realmente le gustaba estudiar, por eso a pesar de que también ayudaba a su mamá en sus actividades, él se esmeraba en tener buenas calificaciones para que ella siempre estuviera muy feliz y complacida.

Casualmente en el Liceo Pedro estudiaba con su primo Luis y ambos siempre estaban jugando o haciendo una que otra broma. Para Pedro ese fue un momento de su vida muy bonito e inocente, porque realmente a pesar de vivir en un barrio, que estaba rodeado de delincuencia, prostitución y otras cosas indebidas, él se abocaba a su estudio, ya que pensaba que esa era la forma en la que podía surgir y salir de la pobreza.

Ya con 17 años la vida de Pedro cambiaría por completo, para ese entonces ya había terminado el liceo y estaba próximo a ingresar en una universidad de la zona para estudiar ingeniería mecánica, desde pequeño siempre le gusto echarles llave a los carros, ese era uno de los tigres que mataba en el taller de un vecino, que no le pagaba mucho porque apenas era un ayudante. Pero de igual manera él lo hacía, pues era un dinero buen habido y que le ayudaba a cubrir uno que otro gasto.

El tío de Pedro, Juancito era un hombre que se encontraba inmerso en el mundo delictivo, siempre se la pasaba escondiéndose, huyendo y metido en algún tipo de problema. Era un sujeto temido en el barrio porque ya se había ganado la fama de maleante. Además, ya tenía en su haber varios muertos, era egoísta, irreverente, algo malvado y solo le importaba el bienestar de su familia.

Para el cumpleaños número 18 de Pedro, el sobrino más querido de su tío Juancito, este decidió llevarlo a él y a Luis a un burdel o prostíbulo. Porque ya era hora de que se hicieran hombres, por eso los abordó en su camioneta esa mañana lluviosa de sábado al frente de la casa de Aminda. Se estacionó, bajó el vidrio y les dio la bendición.

—En la noche los quiero aquí, bañados y arreglados que vamos a salir. —manifestó el bien parecido hombre.

Se notó que iban con él en la camioneta varios individuos con caras de pocos amigos. Luego subió el vidrio y se fue rápidamente. Sin dejarles oportunidad a los chicos de poner objeción o de hacer alguna pregunta al respecto. Solo quedaba hacer lo que decía el tío Juancito, a quien desde niños le habían tenido sumo respeto y cariño. Ya que él se encargó de darle muchas cosas materiales que no podían darles sus padres. Como zapatos, uniformes para la escuela, libros o ropa. Así que sin pensarlo mucho, los jóvenes ni se tomaron la molestia en oponerse. Solamente salieron corriendo a buscar y arreglar la ropa que se pondrían para esa noche.

—¿Préstame los zapatos azules y yo te presto mi pantalón negro, va? —le planteó Pedro a Luis.

—Claro mi hermano, si va. —respondió alegremente como siempre su primo.

Ya eran las 6 de la tarde y Pedro comenzó la faena para alistarse y poner chikiluki como él decía cuando se disponía a ir a alguna fiesta con sus amigos. Él se bañó, se afeitó los pocos pelitos que tenía en la cara, que ni se notaban, se perfumó y se vistió.

Pedro CalleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora