CAPÍTULO 5: En la Jugada.

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En el mundo hamponil andar en la jugada representa estar activo. Que se poseen suficientes habilidades y destrezas, además de que se cuenta con el apoyo de otras personas y sobre todo que se produce bastante plata, que es lo que todo el mundo necesita hoy en día. Estar en la jugada también se refiere a todo el compendio de cosas malas que pasan y suceden en el mundo delictivo. Como, por ejemplo: asesinato, extorsión, robo o secuestro, por mencionar algunas.

Pedro en este momento de su vida es consciente de que tiene que estar en la jugada para salir adelante y jugársela, sobre todo para sobrevivir. Pues se dirige a otro mundo que a pesar de que se encuentra a varios kilómetros de San Félix, su hogar natal, va a llegar a un sitio donde se imponen a conveniencia leyes, en donde reina el más fuerte, el que tiene las bolas bien puestas y tiene más apoyo, más pistolas y más oro. En el Callao todo lo mueve el oro y es que para algunos este mineral es maldito por estas razones.

Mientras alguien luce un bonito collar, prenda o anillo. Otros tuvieron que morir para obtener ese mineral para poder fabricar esa prenda. Algunos de la mano de un victimario o a lo mejor fueron tapiados por montañas de tierra y es probable que sus cuerpos ni siquiera pudieron ser recuperados y aún se encuentren a cientos de metros bajo tierra.

El oro puede verse muy bonito por fuera, pero siempre hay una historia triste para poder haber sido realizada esa prenda tan hermosa y brillante. Como dice el dicho popular "no todo lo que brilla es oro". En el Callao Pedro tiene que comenzar a desconfiar de todos y por ahora solo podrá confiar en su tío Juancito que tiene buen reconocimiento en el ámbito hamponil y en su primo Luis.

Después de varios minutos y kilómetros al fin llegan a su destino, el paisaje es muy campestre y rudimentario. Se divisan pequeños ranchos improvisados con palos secos de los árboles con techos de bolsas de plástico. No era lo que Pedro se imaginaba, la mayoría de los pobladores anda casi o completamente llenos de tierra algo rojiza. Se utilizan botas altas de trabajo, sobre todo para evitar ser mordido por una serpiente.

Se puede ver que todas las personas andan en lo suyo. Algunos llevan sacos o chilas en el hombro. Otros los vacían o amontonan en un sitio, toman un poco de respiro y continúan. Se nota que es una faena ardua y difícil, sobre todo si no se cuenta con una buena alimentación.

Pero existe otro contexto en la mina y es el de los malandros. Ellos visten muy bien, de hecho, algunos de punta en blanco, con ropa de marcas como Nike o Adidas, los zapatos igual o también suelen usar botas altas. Tienen cruzado en el hombro un bolsito, una gorra y por supuesto un fusil o un arma pequeña como un revólver, glock o Beretta.

Es decir, en la mina hay dos clases sociales. Los malandros comandados por uno o varios Pranes o la población que realiza las tareas más difíciles y arduas. Los de la población son los que abren huecos, túneles, sacan la tierra o llenan sacos. Algunas mujeres pueden llenar a cargar sacos y hasta llevar los más pequeños a cuesta que se les dicen chilas.

En cambio, las faenas de los malandros tienden a ser diferentes: matar, descuartizar, extorsionar, infundir miedo en la población, (golpear a quien haga lo malo). Claro, también tienen que cuidar la mina, el molino, el hueco o el caño. Además, estar pendientes de que nadie se robe algo, aunque por lo general esas situaciones ocurren con muy poca frecuencia, ya que nadie se arriesgara a morir por oro.

Porque el que lo haga mal corre el riesgo de recibir una golpiza infernal, ser mutilado o simplemente recibir la muerte para ser picado (descuartizado) y tirado como un animal en un hueco o el río. Pedro rápidamente se percató de quien era quien allí en esa mina, sobre todo por las vestimentas y el armamento.

—Ya llegamos. —Exclamó Juancito, indicando a los jóvenes que se bajaran.

Luis y Pedro se bajan como niños emocionados, pero se quedan justo al lado de su tío Juancito. Ya que se percataron de que se vienen acercando un grupo de hombres y todos casualmente están armados.

—Mi hermano. —gritó uno de los hombres, muy bien vestido, con zapatos de marca y una pistola al lado de la cintura. Juancito rápidamente, pega los puños y lo abraza.

— Cómo te fue en el viaje. —le preguntó con total alegría.

—Verga!, medio ladilla, pero gracias a Dios al fin llegamos. Me traje a los carajitos, ¿te acuerdas de ellos? —Comentó Juancito, señalando a los dos jóvenes.

— Claro, vale tus pupilos el Pedrito y el Luisito. —aseguró el simpático hombre.

Pedro rápidamente recordó a Joseito el amigo de la infancia de su tío Juancito. Quien actualmente estaba apoderado de la mina La Nai. Joseito se veía que no llegaba a unos 30 años, al igual que su tío Juancito. Un chamo prácticamente, con una tremenda guaya de oro (cadena de oro) una esclava o pulsera muy gruesa, brillante y dos anillos con las iniciales de su nombre y apellido.

—¿Cómo se portan carajitos? —acercándose para saludarlos, a lo que Pedro lo saludo con un choque de puño.

—Todo bien vale. —algo intimidado contestó Pedro y su primo de igual forma lo saludo.

—Bueno, esta noche se celebra aquí en la mina. Tenemos rumba mi hermano. —Grito fuertemente para que todos se enteraran.

—Te tengo unas princesas, que están de morir. Ya tengo 2 cuartos para ti y tus carajitos. Tu otra gente puede dormir cerca del molino, que se armen un buggy. —indicó Joseito con mucha euforia por tenerlos allí en la mina.

—Bien, mi hermano. —Hablo Juancito, complacido por los detalles ofrecidos.

—Vente que tengo que ponerte al día en los betas aquí. —Le indico Joseito, dirigiéndose con él a otro sitio a conversar. Pero antes dejó una encomienda a sus chamos.

—Luis y Pedro, se me van con los muchachos para que armen sus ranchos. —Ellos se fueron con los otros a comenzar a construir unos pequeños refugios de madera y bolsa plástica para que durmieran los otros chamos. Lo primero que hicieron fue buscar unos buenos machetes para cortar los troncos, luego abrieron unos huecos y comenzaron a armar el buggy.

—Verga, espero que en este día no llueva, porque va a ser bien triste para ustedes. —dándoles a entender que si llovía se iban a inundar.

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Pedro CalleWhere stories live. Discover now