Décimo cuarto sol

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Lima, 31 de diciembre de 2020

Estrella,

Mi pequeña excepción,

¿Sabes qué es curioso?

Hace como 3 años te puse ese apodo en honor a la excepción que representabas en mi vida: pequeña por lo chiquita que eras, pero ahora me he olvidado qué excepción eras. Cariño, me estoy olvidando de las cosas que me importan de una forma tan horrorosamente rápida.

Star, así como está tu nombre en la cartuchera que conservo de ese año y no he botado porque de todas formas sirve pese a que me pone triste por el te quiero de tu parte, te he hecho esta carta para disculparme por lo que pasó, para contarte del porqué nunca regrese y para dejarte en paz. Me imagino que debe ser una completa frustración que siempre dé explicaciones a una pared, pero prometo que ahora esta es la última; si alguna vez escribo de ti no ya no creo que sea para que me quieras sino para rememorar amor, espero esté bien que sigas siendo mi musa.

Hace 2 años, después de haberme arrepentido de irme (de tu lado) del colegio, aún me arrepiento de mi error, me encontraba tan triste, tan cansada, tan incomprendida que una tarde me puse a llorar en mi sofá, enfrente de mis padres, tan fuerte que pararon todo y me preguntaron qué me pasaba. Nunca he sabido hablar de mis sentimientos, así que esa tarde no les respondí y lo más "coherente" que hicieron para averiguar qué me pasaba fue revisarme el teléfono, en especial mi mamá. Jamás he pensado que lo que tenía contigo en ese entonces fuera un error o algo de qué avergonzarme, sin embargo tenía ese miedo que te da cuando "sales del closet", porque eso significaría romper un paradigma que ellos tenían de mi sexualidad, por lo que me dio cierto miedo que encontrara nuestro chat, pero jamás pensé en negar mis sentimientos, al menos no esos. Lo que pasó después fue lo más doloroso que he experimentado en toda mi corta vida. Me fui a "dormir" sin mi celular, toda la noche con esa angustia. Al día siguiente, mi madre no me hablaba y para cuando tuve que irme al colegio se despidió de mi con una advertencia y una mirada que yo pienso fue de odio.

Esa tarde llegué más temprano que mi hermana, y mi madre me odió con cada una de sus palabras. ¿Sabes? Nunca creí que sería mi madre la que me rompería el corazón de una forma tan cruel. Ahora no la culpo ni le tengo bronca, supongo que es esa debilidad que tengo con los seres que amo, pero me hieren. Esa tarde ella me hizo esos interrogatorios policiales en donde no existe el policía bueno, ella era por entero la policía mala. Me preguntó todo, tanto que cuando llegamos a hablar de ti me negué a contestar preguntas más allá de si te quería, porque eso era mío, es lo único que siempre he pensado como mío, algo absolutamente mío, de mi corazón. Y eso no le gustó. Cariño, siempre he tenido el hábito de proteger lo que quiero, de cuidar aquello que amo, y eso se ha convertido en un deber, mi deber, tal vez autoimpuesto, de resguardar lo que amo pese a que me traiga, recientemente, cierto sufrimiento; por eso, cuando mi madre vio que no le iba a responder y me amenazó con ir a buscarte, a gritarte, gritar al mundo que eras mala, ya sabes, "mala" en ese sentido, que eras una maldita, que iba a buscar a tu familia entera y contarles todo, mi única opción fue recurrir a echarme toda la culpa, como si fuera un delito quererte. Le dije que la errada era yo, que no fuiste tú, que yo estaba mal, que tú no me habías "corrompido" sino que yo te había corrompido a ti, que yo era la "mala", que tú no tenías nada que ver. Lo que pasó después es algo que prefiero guardar para mí. Sin embargo, lo que sí puedo contarte es que obtuve una breve mirada de repudio que luego se convirtió en ira. Me prohibió comunicarme contigo, con mis amigas, tuve que bloquearte, sacarte de mi vida de un porrazo.

Entonces, enloquecí. Por unos días lloré tanto que en verdad me sentía enferma por ser así, me odié tanto, cariño, que me alejé de todos, de mí misma, y a nadie le importó. Cuando paré de llorar ya había pasado un mes y tuve que volver a ser yo. Lo gracioso es que también cuando paré de llorar había aumentado en un punto la medida de mis lentes, se podría decir que me quede un poco más ciega. Nada fue igual después de eso, cada que quería reírme de algo mis ojos lagrimeaban, cuando veía la bandera me entraba un pánico horrible, cada que se hablaba de amor me incomodaba demasiado, siempre me irritaba. ¿Sabes? Creo que tengo problemas de ira. Me volví una yo rota, como desprogramada. Me aferré a mis padres, a mi familia, porque yo creía que eso era lo único que estaba bien en mi vida. A veces pienso en cómo aferrarme a la idea de la familia fue un arma de doble filo contra mi. En todo ese proceso pensaba en ti, en cómo estabas, quería saber de tu día, de ti, pero tenía tanta vergüenza y rencor de mi que ya no quise buscarte, temía encontrarme con una tú que no me quisiera y que me odiara. En un inicio me decía que te iba a traer problemas y eso se transformó, por la incertidumbre y el olvido, en la idea de que yo me enamoré más y que buscarte no tendría sentido. En verdad me gustaría regresar atrás en el tiempo a decirte que te amo (¿amaba?).

Vida mía, suelen decirme que nada de la secundaria es para siempre, que esa etapa es y siempre será pasajera y que nada que se prometa en ese entonces tendrá valor en el futuro. Pero, ¿acaso no fueron mis sentimientos respecto a ti los que más fieles y perseverantes se han mostrado? A veces pienso que en realidad yo te quise (quiero) más de lo que tu me querías y eso no es un reclamo ni una desafortunada casualidad, pero me sirve para seguir.

Y ahora que te he contado todo, te pido perdón. En verdad lamento no buscarte, no explicarte, siento mucho que no hayamos podido vivir ese amor adolescente que merecíamos.

Y me pido perdón, a mi, por dejar que el miedo gane y no atreverme a vivir un amor bonito.

Pero, ahora que soy más grande, más consciente y mucho más realista, sé que escribirte estos poemas y cartas, que nunca vas a leer, me (te) hacen daño cuando la intención es que me sigas queriendo.

Ya no quisiera que me recuerdes, veo algunas de tus fotos y sé que estás bien. Bueno, espero que esas sonrisas no sean de mentira, y sé que estás avanzando por lo que pensarte debe ser como una cuerda atandote a mis recuerdos sobrepensados.

Así que ahora, con todo mi arrepentimiento y decepción de la vida misma y de mí, te dejo libre de mi cabeza y te guardo un espacio en el corazón para que la idealizada tú se me despeje y, en un futuro, pueda querer este recuerdo tuyo como se merece.

Suelo decir que las cosas que me pasan son merecidas, incluso si esos hechos me traen dolor, angustia o tristeza, así que espero que esta carta también sea un comienzo para liberarme de la idea de que me merezco todo lo malo de este mundo y de que lo bonito nunca será para mi.

En verdad espero que seas feliz. También espero lo mismo para mí; no me tengo mucha fe, así que en un último pedido, además de que me perdones, es que si llego a rendirme y decido dejar de ser el soldado más fuerte de Dios, seas feliz por las dos, o al menos lo suficiente para que yo pueda sonreír al verte feliz.

Estrella, has sido tan fugaz en mi vida que a veces pienso que fuiste mi deseo de chiquilla de enamorarme, pienso que fuiste ese enamoramiento, que sale en la películas, libros y que me muestran mis otras amigas, que quise vivir.

Existe un fiesta llamada vida, y yo estoy sentada en una de la mesas viéndote bailar. Créeme, estoy tan feliz de que puedas bailar.

Con amor, mucho amor,

MINGMEI


💛🌤🌼

Epistolario 𝒔𝒐𝒍𝒊𝒔 ©Where stories live. Discover now