Vigésimo sol

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Valencia, a 31 de diciembre de 2021.

A Anna Laura, la razón por la que seguramente estudié filología,


REMINISCENCIA

Cuando te pienso, recuerdo muchas cosas, mi memoria se llena de flores, nubes y suspiros, todavía me haces sonreír...

Recuerdo la primera vez que te vi, hace poco más de dos años, la primera vez que conectamos miradas y la primera vez que me hiciste sonreír, al igual que recuerdo cómo sonreíste al haberlo conseguido.

Recuerdo tu primera presentación como nuestra próxima profesora de valenciano y también tu primera explicación, tu primer examen y tu peculiar manera de resolver las dudas en las pruebas escritas, a escasos centímetros de nuestros ojos.

Recuerdo la primera vez que me llamaste Amor o que paseaste tu mano de manera suave por mi cintura y espalda, así como la primera vez que me sentí cálida bajo tu tacto.

Recuerdo nuestra primera foto juntas, no de esas que me tomaban mis amigas cuando no mirabas, sino esa que nos tomamos después de la celebración literaria del instituto, y la primera conversación por mensaje directo que iniciaste, con la excusa de tener dichas imágenes en tu propio teléfono.

Recuerdo todas las veces que me encontré soñándote despierta, sin prestar atención a otras asignaturas y esperando con mariposas en el estómago tus clases, el primer sueño donde apareciste, esperado por semanas, y las ganas que tenía de contártelo, que me tocó tragarme por miedo a incomodarte.

Recuerdo la primera vez que mencionaste a tu marido y la decepción que me invadió al escucharlo. Decepción, cabe aclarar, por pensar que no estabas viviendo la vida que realmente querías, después de todo.

Recuerdo la primera carta que te escribí, fruto de la frustración al saber que, por mucho que quisiese, lo nuestro nunca iba a poder ser real. También me acuerdo de cuando intentaste quedarte embarazada y fallaste, no por primera vez.

Recuerdo empecé a perder la esperanza y cuando supe que todo iba a quedar en un recuerdo.

Pensar en ti me causaba una sensación agridulce, sobre todo cuando ya no sentía tanto por ti, porque de alguna manera, eras la única persona con la que sí imaginé un futuro, todo y que compartíamos pocas palabras, y la única que alguna vez pisó mis ilusiones inocentes.

Contigo me sentía segura y estaba dispuesta a renunciar a mi propia adolescencia con tal de cumplir tu sueño de ser madre, porque había (de hecho hay) algo en tus ojos que lograba controlarme, domarme y calmarme, y eso se me hacía adictivo.

Hace dos semanas me regalaste un libro y todavía no he podido siquiera pasar de la portada porque la última vez que me recomendaste algo para leer, estaba plagado de referencias al amor libre y deseado, el mismo que mantenía vivas mis mariposas.

He titulado esta carta Reminiscencia porque cuando te miro, solo puedo recordar lo feliz que fui en mi imaginación gracias a ti, porque gracias a todos estos recuerdos, sabré que mis dos últimos años de secundaria fueron una bomba de relojería.

Ahora, más avanzada como persona, sé que quizás mi corazón solo buscaba un respiro del estrés, y quizás por eso se aferró a ti de manera salvaje. Ahora sé que soy una persona de recuerdos, experiencias e ilusiones, y que, sin duda, esto te lo enseñaré cuando esté lista.

Gracias por haberme mirado con tanta intensidad, por haberme hecho sentir como nadie. A pesar de que me fracturó, volvería a caer por ti un millón de veces más.


Paula

Epistolario 𝒔𝒐𝒍𝒊𝒔 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora