El sol que no tiene ocaso

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Hemos reído, gritado, llorado y retorcido para que el día siga su curso. No podemos evitar cuando las nubes abruman y el viento sale a jugar. Pero, ¿no hemos logrado alcanzar el otro día, incluso cuando sentimos que nunca va a amanecer?

Gracias por leer. Gracias por participar en esta dinámica. Gracias por cada mención y cada cariñito que siento inmerecido.

Gracias por permitir que este lirio siga como un girasol la luz que emanan, rayitos de sol. Gracias por dejarme erguirme hasta ustedes para reparar en el fulgor.

Este epistolario llega a su fin, hermosamente.

Amor siempre, Liliah

Epistolario 𝒔𝒐𝒍𝒊𝒔 ©Where stories live. Discover now