28

1K 149 34
                                    

Como todas las tardes, estaba ayudando a mis padres en la panadería; el sol estaba a punto de meterse así que no faltaba mucho para que cerrara.

Sonó la campana. Alcé la mirada para visualizar al que probablemente sería el último cliente del día.

Félix.

Se le veía repuesto, una vez más peinada perfectamente, con aquel corbatín verde y un saco y camisa que portaba con elegancia. La imagen de verlo lleno de vendajes y conectado a un suero parecía más un sueño que algo que de hecho sucedió.

—Prepara una maleta y súbete al auto.

Era un maldito demente.

—¿Qué?

—Creo que tienes perfectas capacidades auditivas, así que no lo repetiré.

Estuvo a punto de morir, y lo único que se limita a decirme después de eso es que quiere que haga una maleta ¡¿Era esto en serio?!

—No me puedo ir así de la nada.— repliqué.

—Eres bastante elocuente, alguna excusa se te ocurrirá.

—¿Estás loco?

—Ya, tranquila.— Rodó sus ojos. —Prometo no darte trabajo este fin de semana, así que estarás libre.— Interpreté sus palabras, pero todo esto me seguía pareciendo una locura. Al parecer él leyó mis expresiones porque rio con suavidad.— ¿No lo recuerdas? Tú y yo hicimos un trato.— Se acercó a una distancia peligrosa y me sujetó por el mentón.— Y la verdad no lo he aprovechado nada.

Su manera de comportarse siempre me tenía alerta, ya fuera porque lo veía como un caos esperando desatarse o porque simplemente quería caer a sus pies. Pero, últimamente también notaba cuánto desconocía de mi propio enemigo.

—Está bien, pero sal de aquí. Dame una hora para terminar mi turno y arreglar mis cosas y yo saldré.

Él asintió con seriedad y se retiró no sin antes comprar una rebanada de pastel de queso y fresas. Suspiré y de repente se me vinieron a la cabeza todas las cosas que me habían dicho sobre él estos últimos días.

¿Cómo uno se puede volver tan adicto al peligro?

Infect me // FelinetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora