Final: Infección

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Recostarme en la cama de Félix era una sensación inimaginable, pero no porque fueran suaves o tibias; el tan sólo imaginarme que se había atrevido a traerme aquí, en el espacio de mayor intimidad para él, me hacía sentir como si estuviera flotando.

Mi piel estaba totalmente expuesta ante él así como la suya ante mí. Repegó su cuerpo ante mí y empezó a trazar ese camino de besos al que yo ya estaba acostumbrada, viajando desde mis labios, recorriendo por en medio de mis senos hasta llegar a mi ombligo.

Desde aquí, mi vista sólo era la de su cabellera rubia desenmarañada, ocupado en consentirme con pequeños tirones en la piel antes de llegar a mi monte de Venus.

A penas y se alcanzaban a divisar las cicatrices que adornaban su espalda como un vil recuerdo de que la vida era una mierda.

Mi piel era sensible, débil ante él más mínimo roce, se erizaba; mi espalda hacia un arco al sentir su cálida lengua adentrándose a mi interior, sus manos jugando y estirando en mi vientre, su respiración acariciando mi zona íntima y con la lujuria provocando en mí un nudo en la garganta que provocaba jadeos lascivos.

—Félix.—levanté su rostro con mis manos. Antes de cualquier placer que me pudiera provocar, quería ver sus ojos, quería ver su podía descifrarlos.

Presentía algo malo, mi corazón no dejaba de decírmelo.

Pero en sus ojos, sólo habitaba la desolación, un deseo profundo y una ansia enorme de libertad. Él, obediente, aproximó su rostro hacia mí y permaneció viéndome.

Acaricie su rostro al tiempo que él depositó un beso en mi palma.

Sabía que no estábamos teniendo sexo casual.

—Perdón.— salió en un hilillo de voz.—Yo...— Hundí mis manos en su cabellera, casi como si sintiera que se me estaba a punto de escapar.—No quiero ser objeto de tu curiosidad.— Sentía que las palabras se cortaban. No me sentía capaz de decirle.

Pero el hombre que tenía frente mío había dejado de ser un juego, un par de simples palabras que se intercambian cargadas de lujuria; el hombre frente a mí se había clavado directamente en mi interior, como un veneno que me deje inyectar, que había nublado todos mis pensamientos, mi moral, mi ética.

—Marinette.— Besó mi mejilla con ternura.

Él se había vuelto de mi completa y total devoción.

Era un volcán submarino, estoico en aguas congeladas y oscuras hasta que él vino a activarme. Y ahora no podía seguirlo evitando, necesitaba hacer erupción; y necesitaba que él viera todo lo que había causado en mí, que él me sintiera arder.

En sus ojos no había malicia, solo esperaba atento a mis palabras.

Acaricié sus labios, con esa pequeña cicatriz en ellos. Acaricié sus ojos, acaricié su nariz, sus orejas; todo en él era hermoso.

—Dime qué tengo que hacer para que no te despidas de mí.— No me respondió, solamente besó mi frente. ¿Por qué siempre tenía que ser tan callado?— Por favor...— supliqué. Él recargó su cabeza contra la mía.

—Todo va a estar bien, te lo prometo.— Dibujó una pequeña sonrisa.— Los dos vamos a estar bien, nadie nos volverá a hacer daño o amenazarnos.

—¿Por qué dices eso?— cuestioné con preocupación. Hundió su nariz en mi cabello y permaneció ahí por unos minutos en completo silencio.

—Confía en mí; te daré toda mi alma y todo lo que desees de mí, si confías.— sus palabras eran seguras, pero llenas de miedo, como si él mismo se hubiera armado de valor para decírmelo.

—¿Te puedo decir una última cosa entonces?— Cerré mis ojos, disfrutando de su aroma, de este momento. Él asintió.— ¿Y prometes cumplirmela?— Él volvió a asentir.

"Por favor, Félix, prométeme que me la vas a cumplir." Tomé aire y lo miré a los ojos.

—Seamos algo más; quiero ser algo más para ti que esto.

Él sonrió y besó mi nariz.

—Está bien.— dijo con sus labios tocando la punta de mi nariz.—Seremos todo lo que tú desees, seremos más que eso.

Y al fin sentí la claridad. Cualquier cosa que pasara a continuación me haría feliz,  me haría feliz porque por fin me había permitido ser clara con mis sentimientos y desde ahora, cuidaría al hombre que tenía sobre mí con todo mi ser, haría de todos sus días felicidad en su estado más puro.

Nunca imaginé llegar a entregarme como me entregué esa noche, pero tampoco deseaba que fuera con otra persona, no me arrepentiría jamás de haberme dejado caer en la tentación de sus palabras ni en todo lo que me hizo vivir.

No supe después de cuanto tiempo me quedé dormida.











"Te amo, objeto de mis anhelos."












Cuando abrí los ojos era de día. Aquella frase parecía formar parte de un sueño, pero resonaba en mi cabeza.

A mi lado la cama estaba vacía, y haciendo un recuento de todo lo que había vivido anoche; empecé a temer que estuviera sola en la casa.

Con un mal presentimiento cubriendo todo mi ser, llevé mis manos a mis orejas. No estaban mis pendientes.

Con un carajo.

Me levanté de la cama importándome poco la ropa y empecé a buscarlo por el departamento, esperando con una pequeña esperanza de que Félix no se hubiera ido.

Era así, él ya no estaba en la casa, me había dejado.

Para siempre.














N/A: Aún tengo que revelar un par de secretos más antes de publicar el epílogo; pero efectivamente, este capítulo fue el final. No me despediré de ustedes todavía pero espero calmar sus corazones con decirles que lo peor quizás ya pasó.

Infect me // FelinetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora