Bipolar

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Ésta tarde sólo será estar sola en casa leyendo alguna que otra cosa y escuchando música. Está visto y comprobado que la vida social que quieren implantarme Verónica y Jess no es lo que me gusta. Todos allí me miran con falsedad.

Está súper que claro que lo que más hay en el East Broadway es frivolidad y falsedad. Por suerte soy una especie de popular y no es el triste recuerdo de lo que me sucedió en Seattle. Allí sí que eran malos conmigo y me hicieron muchas cosas malas que ni siquiera quiero recordar porque son tan vergonzosas que me hacen deprimirme. Una vez estuve al grave punto de suicidarme y por un segundo casi lo logro.

Me corté las venas. Pero bueno, ya pasé todas ésas cosas y ya estoy mejor. Enciendo el reproductor y pongo la Affluenza de Conan Gray. Es la canción perfecta para describir a Ian.

El dinero, cariño,
No es divertido,
Cuando te dan lo que necesitas,
Cariño, la vida es una brisa,
Denme dinero,
Hasta que comience a sangrar.

Todos éstos chicos tienen depresión de ricos,
Destrozando el Benz de sus papás, Ah
Vasos de licor cristal y drogas sintéticas.

Ellos dicen: "El dinero no puede comprarte amor"
"Pero un diamante te alegrará"

¿Tiene sentido? Pues para mí sí. Es perfecta para describir a Ian y su comportamiento de superioridad. Unos cuántos billetes de dinero no te dan la felicidad del mundo, lo dijo el mismísimo Conan Gray en su canción. Oigo el ruido de la puerta de la casa de Ian y doy por hecho que ya está en casa. Maldigo mil años de mala suerte al que diseñó éste edificio. Los balcones están conectados y sólo nos separa un muro que se puede puede saltar simplemente.

Mi adorable vecino está hablando con no sé y no me interesa quién mientras está mirando el tráfico de la ciudad. Gracias a Dios ni me ha visto. Esperen, hagamos una cuenta regresiva. 5... 4... 3...

—Hola, ratoncito. —Dice con una sonrisa jovial. Ahora que lo pienso, Ian siempre que sonríe parece que lo hace para un comercial de dentífricos. Tal vez y se lo diga algún día.

—Tengo nombre, ¿sabes? —Le espeto con una sonrisa forzada.

—Oh, lo olvidaba. Es Anastasia o Anna Banana, creo. —Dice en tono burlesco y eso me enfada aún más. Juro que si no tuviera que irme a la correccional por matarlo, le hubiese estampado el bate de béisbol de aluminio de papá hasta dejarlo morir. Sí, tengo tendencia a ser demasiado estilo de asesina en serie.

—¿Te encanta burlarte de mí, no? —Digo cansada de sus juegos. Él se encoge de hombros, riéndose y sé que no se va a callar.

—¿Oyendo Affluenza mientras piensas en mí? Sabía que te traía loca pero no al grado de escuchar ésa canción. —Dice con una sonrisa triunfal. Suspiro y lo miro con una mirada asesina.

—Te la recomiendo. Es perfecta para tí. —Digo riéndome yo ahora.

—Una pregunta, ¿ahora hablas con extraños?

—Que yo sepa hablar con una persona no es un delito.

—Claro que no, pero hablarle a Oliver sí que lo es.

—¿Y vas a decirme que él no es buena compañía? Como si tú la fueras.

—Eres mía, cariño. No es tan difícil admitirlo.

Ian cruza la terraza y yo entro en estado de alerta. Que no se atreva a tocarme. Por favor, Madre Teresa de las pecadoras, está sin camiseta en mi balcón. SIN CAMISETA.

Lovesick GirlWhere stories live. Discover now