Excusas

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El sonido agradable de la lluvia golpetear suavemente la ventana francesa de mi habitación me hizo despertar. Un segundo, ésta no es mi habitación. Ian Winbrook y sus constantes idas y venidas. Miro en dirección al baño y escucho el agua caer. Por suerte está en el baño. No recuerdo haber llegado aquí en ningún momento. Lo último que recuerdo es haberme golpeado la cabeza y haberme desmayado en los brazos de Ian, incluso. Un favor que le deberé toda mi existencia y que no se cansará de restregármelo en cara.

Curiosa y aterrada, levanto las sábanas que me cubren y veo que sólo llevo puesta la camiseta de fútbol de Ian. Nada más que sólo eso. Maldito Ian Winbrook. Me bajo cuidadosamente de la cama y registro los posibles lugares donde pueda estar mi ropa pero no la veo por ningún lado. Así que las escondiste, idiota, ahora te jodes. Camino suavemente hasta llegar a la ventana francesa. Todavía llueve, así que Plan B. Mala suerte es mi segundo nombre, ¿no creen? Como siempre soy pillada infraganti y con las manos en la masa intentando huir. Ahora que lo pienso, si me pidiesen hacer el papel de Jason Bourne, creo que sería una completa falta de respeto al personaje. Soy una ofensa a la sutileza y lo grácil, es más, soy un elefante andante que pone a temblar la tierra cada vez que camino. Ian esta apoyado en la pared con la toalla perfectamente anudada a su cintura mientras se fuma un cigarrillo de uva y ríe divertido de pillarme infraganti.

—¿Huyendo tan rápido, eh? —Carraspea divertido. Abro la boca en par de protestar pero rápidamente olvido lo que iba a decir por culpa de estarlo vacilando mientras le rezo a la Madre Teresa de las Pecadoras para que ésa bendita toalla se mantenga en su cintura y no se caiga.

—Tengo que irme. —Me excuso.

—¿Ibas a irte en sólo una camiseta? Tú sí que estás trastornada. —Dice a modo de burla. Muerdo mi labio y cuento mentalmente para no partirle cualquier cosa en la cabeza.

—¿Cómo llegué aquí y por qué llevo puesto sólo esto? —Pregunto cruzándome de brazos, en espera de una respuesta.

—Te traje porque en tu casa no hay nadie y si te das cuenta soy el único aquí que podía quitarte la ropa mojada. —Explica torciendo sus labios en una sonrisa malintencionada y maliciosa.

Me vio desnuda y me tocó. Juro que me las pagas, Ian. Ataco por sorpresa abalanzándome sobre él y comienzo a golpearlo con mis manos. El me toma posesivamente del brazo y me tira a la cama, donde reboto levemente sobre el suave colchón y me echo atrás mientras que Ian me aprisiona felinamente, como si de un tigre al asecho de su presa se tratase. Sus ojos azul lapislázuli me hipnotizan y yo no sé que hacer para lograr huir de allí con vida. Lo que te buscaste por provocar al demonio psicópata, Astrid. Ian se posiciona sobre mí y su dedo pulgar se desliza por mis labios húmedos y sin preeverlo, siento su mano peligrosamente tocar mi vagina. Un gemido se escapa de mis labios y veo como baja hasta mi sexo y introduce su lengua mientras me mira con una sonrisa pícara.

Gemidos de dolor y placer se escapan de mis labios una y otra vez, a cada lamida de su lengua. Su mano se extiende hasta mi rostro y introduce su dedo pulgar en mi boca y complacida lo chupo hasta que Ian decide colar su mano en la camiseta y toca mis pechos. El ritmo de su lengua se vuelve rápido y mi cuerpo comienza a temblar del dolor y el placer. Sé que estoy a escasas minutos de sentir con lo que toda chica sueña con sentir alguna vez, el famoso orgasmo. Su ritmo aumenta y un gemido fuerte me hace aferrarme a las sábanas y temblar desde lo profundo de mi alma. Nunca había sentido algo igual a lo que sentí hace unos segundos. Aún temblorosa, me pongo en pie y escapo por el ventana francesa de su habitación. Entro a la mía y me abrazo los pies mientras me siento en el suelo. Rotundamente no puedo negarlo, lentamente estoy cayendo en las redes de Ian.

*****

—Despierta, dormilona. Hoy es tu cumpleaños. —Dice Verónica mientras me zarandea.

—Hoy no es 18 de enero. —Digo pegándole la cara a la almohada. Ella resopla y toma mi carné y mi pasaporte. En ellos dice accidentalmente que mi cumpleaños es hoy, 18 de abril. Ya saben, ineptitud de la mujer que hizo todo el papeleo.

—No importa. Lo celebraremos igual hoy y el 18 de enero también. —Dice con convicción. Odio que me molesten los fines de semana donde puedo dormir plácidamente y sin que me molesten.

—Dije que no. —Bufo.

—Venga, levántate por mí. Si quieres vamos a Seattle y visitamos a Lily. —Dice volviendo a zarandearme. Yo gruño molesta pero finalmente accedo a levantarme.

—Cambia ésa cara. —Dice pero su telefono comienza a sonar y le hago señas para que lo coja. —Hoy... Oh, lo olvidé... ¿Hoy? Ya, okay.

—Tranquilidad, oh sí. —Canto victoria con una sonrisa de oreja a oreja. Ella levanta la mano en par de protestar.

—No tan rápido, quién llamó fue Oliver y quiere hablar. Contigo y ahora. —Dice y siento como si la tierra se abriese y yo me fuera con ella. Y volvemos a los rollos de crush y chico equivocado. Cuando va a terminar todo esto, estoy harta. No más chicos. Odio estar en ésta situación. En éstos momentos deseo ser lésbica.

—¿Qué dices entonces? —Pregunta curiosa mientras me muerdo las uñas, nerviosa e indecisa.

—No lo sé. —Digo resoplando con desgana.

—Decides tú. —Dice y me deja sola con mis pensamientos, que no son otros más que en lo que sucedió entre Ian y yo en su casa.

No sé muy bien que es lo que siento, si es odio o atracción, simplemente no lo sé. Es como si por más que me aleje, que me esfuerce en ocultarlo, por más que no desee sentirme así, simplemente es inevitable dejar de desearlo con toda mi alma. Hay veces que puedo llegar a entenderlo, deseo a Ian y me gusta mi crush Oliver. Uno tan gentil y caballero y el otro tan volátil y posesivamente masculino.

Desecho ésos pensamientos y me meto en el baño. Abro la ducha y me entrego a la caricia del agua resbalando por mi piel. Ian viene a mi mente y salgo a toda prisa cerrando el grifo y envolviéndome en la toalla. Sinceramente no sé que es lo que me sucede. ¿Lo deseo o lo odio? Verdaderamente debo dejar de torturarme por no tener respuesta a algo que siento. Salgo del baño masajeando mi rostro pero cuando levanto la mirada veo a Ian sentado en el borde de mi cama con su característico vestir formal. Una camisa negra mangas cortas que deja ver sus tatuajes a la imaginación y unos jeans bien ajustados que me recuerdan a John Travolta en Zanadú y las películas ochenteras del mismo actor que acostumbraba ver con mamá los fines de semana. Realmente parece John Travolta de verdad así vestido. Su sonrisa maliciosa me hace sonrojarme y busco probabilidades de escapar. Muerta oficialmente ahora. Mejor no podía ser.

Matadme, lo sé. Estoy frita. Agradezco a todos y todas ésas lindas personitas almas sucias que se han quedado a leerme y a seguir éste romance erótico entre Astrid y Ian. Aquí dejo mi número de teléfono para los que quieran hablarme en Whatsapp +53 51348001. Como siempre, tu estrella y tu comentario cuentan. No seas un lector fantasma y cuenta tus inquietudes y quejas. Si algo, me dicen y cambio lo que ustedes crean necesario. Espero leer algún día vuestras historias y que junto a mí, crezcamos. Ésta es mi primera historia, es mi vida y quiero contarosla. Chao pescao y nos vemos en la próxima cola del pollo. Los amo a todos.

Lovesick GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora