Sentimientos contradictorios

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No puedo detener lo que siento cada vez que Ian me toca. Es la revolución hormonal o algo que ni siquiera recuerdo de las clases de Anatomía del profesor Preston. Es como si entre los dos hubiese una comunicación que mi cuerpo responde en contra de mi voluntad. Lo sé, es inexplicable y extraño pero no encuentro mejores palabras para describir lo que siento por él.

Me vuelve loca en cuestión de segundos. Su tacto es tan adictivo que deseo besar a Ian. Me muero por un beso de sus labios. Es tan adictivo lo que siento por él que no sé si pueda detenerme. Es una adicción tan fuerte que no puedo dejar de pensar en él semidesnudo sobre mí, en las veces que me hace lo que le da la gana conmigo. Es una tensión sexual y una atracción adictiva que hay entre nosotros que es recíproca. Yo lo deseo y él me desea. Somos humanos, ¿no? Sus manos están deslizando mi sujetador y dando a conocer mis pechos. En sus ojos veo deseo desenfrenado. Sé qué en los míos él puede ver lo mismo que veo yo. Inclina su cabeza y lame mis pezones con una sonrisa provocativa. Adoro la sensación de placer que me provoca sus lamidas. Muerde y succiona sonriente viendo como mi cuerpo arquea de placer y de mis labios se escapan varios gemidos. Es lo mejor que me he sentido en toda mi aburrida vida. Quiero sentirlo, quiero vivirlo y abrazar el orgasmo junto a él.

La canción Criminal de Britney Spears suena por toda la casa y eso me hace volverme más loca por él. Se desabrocha los pantalones y veo sus boxers. Le quedan bien pero quiero verlo completamente desnudo frente a mí. Sus tatuajes me parecen sexys y ardientes. Es tan tóxica nuestra relación atracción-deseo que sólo de pensarlo me descontrolo. Sus labios se unen con los míos y pierdo la cabeza. Besa genialmente súper bien. Deja de besarme y desliza mis bragas negras y sonríe pícaro. Atentamente veo como lame mis pechos y sonrío deseosa de que pase lo que tanto deseo. Gemidos se escapan de mis labios. Es una tortura china lo que me está haciendo. Es un psicópata demoníaco adicto al sexo y extrañamente me gusta que sea así de pervertido conmigo.

—¿Te gusta que sea pervertido? —Pregunta en un susurro en mi oído. Tiene una voz tan radiofónica y ronca cada vez que me parece más sexy y me hace perder el control. Asiento a su pregunta y él ríe.

—Quiero oírlo salir de tus labios. —Dice y roza mis labios con el dedo índice y yo me entrego a ése roce cerrando los ojos.

—Me gusta que seas pervertido conmigo. —Respondo. No tengo que pensar en decirlo. Cero vergüenza.

—Y a mí me gusta que seas mi Astrid malvada. Sólo mía. —Susurra contra mis labios.

Sus manos trazan un mapa sobre mi piel detenidamente hasta bajar a mis partes bajas y introducir su mano. Duele pero también me gusta. Arqueo mi cuerpo y me aferro a las esposas ante sus movimientos y él sonríe. Una y otra vez gimo. Es tan... No lo sé, ¿demasiado adictivo? ¿tal vez? Mis piernas tiemblan y no puedo contener el ritmo de mis caderas que marcan el compás de sus movimientos. Estoy cerca. Un último movimiento y alcanzo el orgasmo. Algo me dice que esto no termina aquí. Él desabrocha sus pantalones y veo su pene. Muerdo mi labio perversa y leo en sus ojos la verdadera intención de lo que acaba de hacer. Jugaremos a hacernos favores. Quid pro quo, como diría Hannibal Lecter. Comienzo a masajearle el pene con mi mano derecha y él lame mis pechos. Me gusta.

*****

Estoy sentada en clase de Mates con un sólo nombre en mi mente desde la semana pasada. Ya, ¿adivinan quién es? Por supuesto que es él.

Ian y sus labios, Ian y su torso semidesnudo, sus tatuajes, su... pene. Nunca me podría permitir pensar en él de ésa manera poco sana en la que pienso en él, pero vamos, ¿a quién le miento? Me atrae mi vecino y eso es lo más normal del mundo, ¿o sí? Ian es del tipo que usan y luego te dejan con las lágrimas en los ojos. De nada sirve que me mienta, sólo es quitarnos las ganas y cada uno por su lado pero de que se trata la vida sino sientes algo que no debes sentir. En serio, estoy en un punto demasiado crítico. Mi vecino y yo tenemos una tensión sexual que me trae mal de la cabeza pensando todo el día en él.

Suena el timbre y recojo mis cosas sin darme cuenta de se me había quedado el cuaderno y Jess me lo devuelve con una mirada de extrañeza mientras chasquea sus dedos para devolverme a la realidad.

—Hey, ¿dónde está ésa cabeza tuya? —Preguntasin dejar de mirarme. Yo me encojo de hombros.

—Estoy súper distraída, perdón. —Me disculpo sin motivos. Ian me trae como loca y con la mente en las nubes.

—¿Acaso pensabas que no me daría cuenta de que te gusta Oliver? —Dice en tono de reproche. Erróneo, es Ian el que me tiene así.

—Un poco. —Digo. En sí es un poco de verdad pero Ian y la tensión sexual que tenemos me roban el espacio en mi mente para mi fantasía con mi crush Oliver.

La alarma de incendios se salta y todos salen corriendo para no mojarse por culpa de las duchas. —Bien, ¿ahora que sucedió?

—Yo voy a buscar a Verónica al baño. —Le digo y ella asiente. Veo que Oliver viene en mi busca pero gracias a mi excusa salgo corriendo hasta el baño.

Fuí hasta el lavabo y me miré en el espejo. Estoy toda empapada. Recuerdos de Ian tocándome me erizan y me lavo la cara. Ya basta de Ian por un rato. Toda la bendita mañana pensando en él. Apenas cierro el grifo, abren la puerta y, ¿adivinad quién es el príncipe azul que viene a mi rescate? ¿Ian Somerlder? Claro que no pero se llama igual. Ian Winbrook. Se ve genial con su traje negro y su camisa con los primeros botones desabrochados. Estoy luchando para no irle arriba y comérmelo, en el muy mal sentido de la palabra.

No ha venido a clases desde el viernes pasado pero, ¿qué hacía en pleno baño de chicas? Eso no pude responderlo hasta que viene hasta mí y me arrincona en unas de las puertas del baño y me besa. ¡Me besa!

¡Ay Madre Teresa de las Pecadoras, besa tan bien, tan deseosamente que me deja sin deseos de que se termine!  Oh Dios, ya me volví adicta a él. Estoy volviéndome adicta a mi vecino y peor enemigo. Es como el dicho que dicen por ahí, del amor al  odio, está Roma. Pero, ¿y si ya yo lo crucé? No, sólo es una tensión sexual, deseo entre dos adolescentes con las hormonas fuera de control. Eso sentimos, ¿no? Continuamos besándonos con vehemencia y su mano toca mis pechos. Cierro los ojos y me centro en las emociones que me desbordan con su simple tacto.

—¿Te gusta? —Pregunta mordiendo mis labios y pegándome más a él. Su amigo dice hola.

—No debería decir algo que no puedo ni me permito decirme. —Confieso cohibida.

—Podemos fugarnos a mi casa o a la tuya. —Insisto cohibida. Tensión 100 %.

—Tenemos tiempo para esto y todo lo que quieras. —Dice con voz ronca y sexy.

—Eso lo sé pero...

—¿Quieres seguir besándome? Vamos a mi casa o al salón de los borradores. —El famoso salón de los besos robados y el sexo desenfrenado del East Broadway.

—Suena genial. —Digo mordiendo mi labio inferior, cohibida ante la idea.

—¡Ash, guarra! —Grita Jess y Verónica desde la puerta.

—Opss, más tarde será. —Me limito a decir mientras me bajo del váter donde hace minutos nos besábamos.

—Te espero en mi casa y ve sin sujetador, ¿sí? —Dice aún con ése tono sexy que me hace perder la cordura.

—Lo pensaré. —Sonrío ladeadamente.

—¿Un beso de despedida por ahora? —Vuelve a insistir tomándome por la cintura.

—Ya basta, tengo que irme. —Suplico.

—No me dejes plantado o te violaré en tu cuarto colándome por la ventana.

—¡Ash! —Grita Verónica.

Salgo del baño y me acomodo la minifalda y la sudadera y el pelo. Por suerte puedo disimular la tonta sonrisa que se me forma a cada minuto.

—Venga, casi me muero gritándote. —Dice Jess con su habitual tono confidencial. Sé que ella está detrás, siempre lo está.

—Me mojé la sudadera y la puse a secar. Si supieras la de mal que se pusieron los lavabos. —Miento descaradamente. Si no fuera por ellas hubiese, terminado en sexo.

—Algo sucedió en el baño y no pararé hasta que me lo digas. —Dice y comienza a hacerme cosquillas mientras silba inocentemente. Odio que sea así de calculadora.

—Ian y yo nos besamos. —hice una pausa. —Nos veremos en su casa después de clases.

Pobre de mí por bocazas. Frita y muerta oficialmente.

Lovesick GirlWhere stories live. Discover now