Capítulo 1.

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Camino con la ropa empapada por todo el pueblo, y no me extrañan las miradas raras que me dan, de hecho, estoy tan acostumbrada que ignorarlas no es un problema para mí.

En cambio seguía pensando en ese chico, en lo loco que había sido todo esta tarde, en lo que sentí al verlo irse y que por primera vez alguien no me conociera. Porque era obvio que no me conocía, y me gusto, me gusto eso, así suene un poco estúpido.

Heit camina a mi lado moviendo su cola de lado a lado y sonrió, es mi único amigo. El único en la faz de la tierra que le gusta estar cerca de mí.

Cruzo la esquina para llegar a casa y puedo escuchar los murmuros de los adolescentes al verme, quienes se reúnen en esta esquina cada tarde sin falta, chicos de mi edad que sin duda nunca me invitarían a estar con ellos, fijo mi ojos en la acera y ni siquiera llego a pensar en verlos.

—Hey, Nathalie— me detengo de golpe al escuchar mi nombre.

Por alguna razón siento un cosquilleo en mi estómago, y me giro lentamente un poco dudosa de que me estén llamando.

—¿Sí?

Todos me miran y puedo ver algunas miradas de diversión que me lanzan, levanto la cabeza esperando lo que dirán, pero me arrepiento en el mismo instante en que una chica abre la boca.

—¿Cuánto es que cobra tu madre? Pensábamos promocionarla ya sabes— bajo la mirada al escucharla—. Oh, lo siento, dije las cosas mal. Debí decir cuánto cobran ambas.

Debería estar acostumbrada a sus comentarios, debería de saber cómo defenderme, pero nunca logró, ni siquiera ser valiente para contestar algo, ni ser lo suficientemente de piedra para que me den igual, sin embargo tomo una respiración y levanto el rostro.

Le doy una mirada, y decido girarme y seguir mi camino, escucho las risas y algunos comentarios sobre mi madre y yo, pero solo paso saliva y aumento la rapidez de mis pasos.

No importa cuánto piense en defenderme, siempre parece que perderé, cuando nunca logro decir nada.

Paso por el pequeño pasillo que llega a mi casa, si es que se puede llamarse casa a una habitación pequeña dividida con varias cortinas, donde desde que tengo memoria, vivimos.

Abro la puerta con cuidado y mi madre se encuentra contando billetes sobre la mesa.

—Hola, mamá— levanta la mirada al escucharme.

—Llegas temprano, Nat.

Recoge el dinero y lo guarda en su cartera, la veo hacerlo sin decir ni una palabra y luego se levanta de la silla acercándose dándome un beso en la mejilla.

—Preparare la cena, tú ve a cambiarte— asiento.

Escucho el quejido Heit cuando lo pisa, me giro de golpe.

—¡Nathalie, saca a ese pulgoso de aquí!

Me acerco a recogerlo, mientras ella camina hacia la pequeña esquina donde tenemos la cocina.

Lo llevo afuera en una pequeña casita que le hice, que seguramente debe mojarse cada vez que llueve, pero es lo único que hay. Lo dejo allí y sus ojos me observan de una manera que como siempre quisiera llevarlo a dentro.

—Heit, te prometo que un día dormiremos en la misma casa— paso mis manos por su cabeza— lo siento, amigo.

Me da un ladrido que es como si me respondiera, quizás eso sea lo más cercano a una conversación con alguien que me entienda.

Vuelvo a casa y entro a la pequeña habitación que hice con cortinas, me quitó la ropa y busco un pijama para cambiarme después de darme una ducha.

Escucho a mi madre hablar de su día e intento ignorarla. No importa que tantas mentiras diga, y que tan real suene, no quita que son inventos.

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