Capítulo 4.

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Rheys. Ese es su nombre.

Es el nombre del insoportablemente soportable castaño.

Comienzo a convencerme de que en serio es real y que de todas las formas que pude conocer a alguien, esta es la más extraña y al mismo tiempo única.

Y hoy, aun cuando mi madre no me pidió llegar tarde, solo salí de la escuela y camine hasta llegar a este lugar, donde sin duda no me decepciono al ver al chico de espaldas sentado en una piedra, me acerco en silencio sonriendo.

—¿Cuánto llevas aquí?— levanta la mirada al escucharme.

—Demasiado tiempo, creí que no vendrías.

—Estudio, por si no lo sabes.

—Ya lo noto con ese espantoso uniforme— le da una mirada.

Entrecierro mis ojos hacia él.

—No es espantoso.

—Claro que lo es, te hace ver menos guapa y eso es imperdonable.

Se coloca de pie y se acerca a mí, puedo notar que esta vez sus churcos se ven un poco más definidos, como si los hubiera peinado antes de venir, solo algunos le caen un poco en la frente, pero a diferencia de lo poco que me gusta el cabello churco en un chico, a él no se le ve nada mal.

—Entonces...— lo miro—. ¿No estudias?

—Salí hace dos años, no voy a la universidad— no me pierdo el tono de tristeza al responder.

—Lo dices como si eso fuera triste.

—Lo es, no hago lo que me gusta.

—¿Y qué haces?

Parece que va decírmelo, pero a último momento desvía su mirada y se sienta de nuevo en la roca.

—No voy a decírtelo. Solo no es algo que me guste hacer.

Me siento a su lado, dejando mi mochila a un lado.

—Deberías hacer algo que te guste— baja su mirada y niega con su cabeza.

—No es así de fácil.

—¿Por qué?

—Mi madre no me dejaría— fija esos ojos verdes en mí.

Puedo ver en ellos la tristeza, y por un momento las ganas de gritar, de poder ser capaz de hacerlo. Veo en sus ojos mucho, y me es extraño notar todo eso en su mirada.

Estiró mis piernas y fijo mi vista al frente, en esos árboles altos y llenos de hojas, ahora que lo veo eso es lo que más me gusta de este lugar.

Está lleno de vida, de mucha vida. Como si no hubiera nada muerto, como si con solo estar aquí incluso tu alma cobrará vida. Y era mágico, porque desde que llegue aquí parecía ser mío, y bueno quizás también de él.

No se cómo nadie nunca viene aquí, quizás no estaba lleno de flores como el posó del pueblo, ni tampoco se veía tanto el sol por los árboles, pero esos pequeños rayos de luz que lo atravesaban, esos pequeños y maravillosos rayos era como la imagen propia de cómo solo se necesita pequeños destellos de luz para ser más que precioso. Para verse mágico.

—Nathalie.

—Rheys.

Ambos sonreímos al pronunciar nuestros nombres.

—Es un bonito nombre, pensé que no me lo dirías— ríe— iba inventarte uno.

—¿Cuál?— pregunto.

Nuestro lugar.Where stories live. Discover now