Capítulo 10.

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Le gusto a Rheys.

Ya va, ya va, ¿Le gusto a Rheys?

Me giro en la cama de nuevo sin poder dormir como estas últimas noches cada vez que estoy sola con mis pensamientos.

He visto a Rheys estos últimos días, pero desde que sus labios soltaron aquella bomba, desde que dijo esas palabras, desde ese mismísimo momento todo cambió.

Porque yo le gusto a Rheys.

Y eso me ha llevado a preguntarme, ¿Rheys me gusta a mí?

Es guapo, y sonríe de una forma que contagia al segundo, hablamos de todo como si no importara que vaya a soltar el otro vamos a entendernos, pero también me cae mal, algunas veces quiero lanzarlo al río, o lanzarle una roca en la cabeza.

¿Me gusta Rheys?

¿Y cómo yo puedo gustarle a él?

Suelto un suspiro y golpeó un poco la almohada tratando de acomodarla de una forma distinta como si ella fuera la culpable de mis pensamientos.

Cada vez que recuerdo sus palabras, cada vez que recuerdo como sus labios se movieron al decirlo, no puedo dejar de pensar en lo loco que es.

Y si, Rheys está loco.

Pero quizás yo también lo este, por creer todo lo que sale de su boca, porque algo tenía Rheys en mí, y era que cada vez que soltaba algo hacía eco en mi pecho, no solo se quedaba flotando como las cosas de los demás.

—Debo estar volviéndome loca como él— susurro forzándome a cerrar los ojos y dormirme de una vez por todas.

Y lo logro, o eso creo cuando todo lo que veo es oscuridad.

Pero no es así.

Mi madre me ha lanzado una manta a la cabeza.

Sí, me ha lanzado una manta a la cabeza súper pesada.

Como puedo sacudo la manta para verla extrañada.

—¿Qué haces, mamá?— frunzo el ceño.

—Shhh— lleva sus dedos a su boca.

Me siento de golpe sin saber porque está sentada en mi cama y mirándome en silencio.

—Mamá...

Lleva uno de sus dedos a mis labios.

—Tengo un cliente, cariño. Por favor no hagas ruido, por favor...

Frunzo más el ceño, pasa su mano por mi cabello con ternura y luego se acerca hasta que sus labios están sobre mi oído.

—No hagas ruido, y finge ser invisible por mami, mañana te comprare algo— susurra antes de dejar un beso en mi cien.

Toma la manta que me ha lanzado encima hace unos minutos y la coloca sobre mí, como si fuera un robot aun cuando no me gusta para nada esto, me acomodo pasando la manta por mi cabeza.

Y me quedo quita, obediente, con rabia pero sigo siendo obediente cuando se trata de ella.

Lo siguiente que escucho es de las cosas más desagradables.

Porque de niña no sabía que eran esos sonidos.

De niña no sabía en realidad que hacía mamá.

Ni que era la razón de las visitas de esos hombres.

Ahora lo sé.

Y ahora el sonido no pasa desapercibido, en cambio hace eco en mis oídos y se vuelve como siempre una de las peores noches de mi vida.

Nuestro lugar.Where stories live. Discover now