Capítulo 8.

13 2 0
                                    

Rheys me cae mal a ratos, lo admito.

Pero a veces, bueno... Es una persona agradable.

No olvides que guapo también.

Quizás también un poco... Simpático.

Pero después de dos semanas viéndolo cada tarde, puedo sentir que este lugar tiene su toque cuando estamos juntos. Y la gran diferencia cuando me encuentro sola.

—¿Otra vez tarea?— deja su mochila a un lado de una roca.

No sé qué trae ahí, pero ahora siempre viene con una mochila que no abre ni siquiera una vez.

—¿Que traes en la mochila?— pregunto levantándome del suelo.

—Cosas.

—¿Qué cosas?

—¿Por qué me estás preguntando? Eso es privado, no te pregunto qué cargas en tu mochila— la señala.

—Pues pregúntame.

Rueda sus ojos.

—¿Que traes en tu mochila, Nathalie?— pregunta levantando una ceja.

—Libros. Ahora responde tú— señalo su mochila.

—No dije que iba responderte.

—Pero lo puedes hacer— me encojo de hombros— dime.

Pasa la mano por su cuello y suelta una larga respiración.

—Ropa.

—¿Ropa?— pregunto extrañada.

—Sí, para volver a casa.

Le doy una mirada de arriba abajo, lleva un jean azul, una camiseta roja impecable, porque su ropa siempre parece nueva.

—Pero si estás vestido bien.

Pasa una de sus manos por su nuca de nuevo como si comenzara a sentirse incomodo.

—No entenderías— sacude su cabeza— olvídalo.

Se gira sentándose en una de las piedras y lanzando unas más pequeñas al agua.

—¿Tienes una doble vida o algo así?— bromeó sentándome a su lado.

Me da una mirada, luego vuelve su vista al frente.

Puedo ver cómo se tensa un poco y eso me hace borrar la sonrisa que tenía, ¿Qué? ¿Es broma?

—Rheys...

—Es difícil, venir aquí es lo único que me distrae, así que no quiero hablar de eso— ni siquiera me da una mirada al decirlo y eso me hace quedarme callada.

No creo que su vida sea como la mía, ni que deba huir de casa porque su madre se acuesta con hombres cada tarde, o eso definitivamente sería algo muy loco, pero sea cual sea la razón puede que tengamos algo en común, como este lugar.

—Podemos hablar de cosas sin forma— sugiero.

Parece pensarlo por un rato largo, hasta que gira su rostro posando aquella mirada de ojos verdes sobre mí.

—¿Por qué crees que siempre queremos parecernos a otros?

—Yo nunca quiero eso— respondo.

—Respuesta típica de todos— sacude su cabeza.

—Es la verdad, en mi caso es la verdad.

Suelta una risa y frunce la nariz de una forma que me parece de pronto muy bonita.

Nuestro lugar.Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora