Capítulo 5.

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Hay varias cosas que debí pensar antes de decirle que lo vería cada tarde, una de ellas es que de verdad tengo muy poca paciencia y él es demasiado insoportable.

Justo ahora, cuando no ha dejado de molestarme desde que llegue, quiero volver en el tiempo y negarme.

—Entonces... ¿Dejaras de hacer la tarea?— se sienta a mi lado.

—No.

—Nathalie...

—Ya te he dicho muchas veces que no, debo entregar esto mañana— vuelvo a marcar en el libro lo que debo anotar en el cuaderno.

No es que ame hacer tareas, pero es lo que hay que hacer.

—Pero me estoy aburriendo— suelta un suspiro— aquí ni siquiera hay señal, ¿Lo sabes verdad?

Me giro a verlo.

—No tengo celular, así que no lo sé, y me da igual.

Parece sorprendido al escucharme, y al mismo tiempo como horrorizado, y su cara incluso me causa gracia.

—¿No tienes celular?— niego con mi cabeza— vaya, ni siquiera estás al tanto de la vida.

—Estoy al tanto de la mía, que es la que importa.

Y era mejor así, nunca había tenido celular y tampoco internet, era feliz con eso, no puedes anhelar algo que las personas a tu alrededor alaban, menos si esas personas son un poco tontas ¿Para qué ver cosas de otros? ¿Qué sentido tenía todo eso que lo hacían sonar tan interesante?

—¿Televisión?— pregunta, y me parece muy molesto que esto sea algo raro para él.

—No me gusta la televisión.

No sé cómo catalogar su mirada, pero justo ahora siento que en su mente soy el ser más extraño que conoce y la palabra "RARA" se encuentra en mayúsculas.

—Bien... Mejor no seguiré averiguando o quedaré sorprendido si me dices que eres de años anteriores— sacude su cabeza.

Entrecierro mis ojos hacia él, pero mejor no pierdo el tiempo y vuelvo mi vista al libro y lo escucho soltar un suspiro de nuevo, y sé que dos segundos de silencio es lo único que se puede lograr con Rheys.

—Estoy aburridísimo— ruedo mis ojos.

—No es mi problema— ni siquiera levanto la mirada del libro.

—Claro que lo es.

—Rheys, no sé si lo sabes pero si no se hace tareas no pasas de año.

—No estudies, si vivimos aquí no necesitas estudiar— levanto mi mirada para fijar mis ojos en los suyos.

A veces pienso que le falta un tornillo.

—Ya dije que no.

—Me caes mal— frunce el ceño.

—Que novedad, mira mi cara de lo mucho que me importa— me señaló la cara.

Rueda sus ojos y pone mala cara.

—Tienes dos horas haciendo eso, yo sería más rápido— señala el libro.

—No llevo dos horas— me defiendo— solo una.

Sin contar todas las que tarde en casa sin lograr sacar nada, pero eso él no debe saberlo.

—Una eternidad.

—Te lanzaré una piedra donde sigas molestando— lo amenazó.

—Hazlo, si sigo aquí moriré de aburrimiento.

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