Capítulo 2.

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Comenzaba a creer que era solo un sueño, que él solo existía en una ilusión en mi cabeza, no podía creer que alguien como él me hablara o si quiera existirá cerca de mí o aún más loco, que lo viera en este lugar.

Pero aquí estaba, saliendo del pozo con su ropa mojada y su cabello goteando.

Me quedo observándolo, como si esperara que fuera a desaparecer y me diera cuenta que en serio estoy viendo cosas que no existen, pero eso no ocurre.

Se quita la camiseta, le da un par de vueltas para exprimirla y sacar el exceso de agua, luego en cámara lenta o al menos ante mis ojos, se sienta en una piedra cerca de mí.

—¿Que tan estúpido es tu pueblo?— fija sus ojos verdes en los míos.

Lo detallo de nuevo, pero me obligo a dejar de mirarlo en cuanto lo veo levantar una de las camisuras de su boca.

—¿Que haces en mi lugar de nuevo?— me cruzo de brazos.

—¿Tu lugar?— levanta una de sus cejas.

—Sí, es mi lugar del río, yo lo encontré primero.

Asiente, y luego lo veo encogerse de hombro.

—Supongo que sí, pero pensé que había dejado claro el otro día que sería mío.

—Es mío— entrecierro mis ojos hacia él.

Observa todo el lugar y luego fija sus ojos en mí.

—Nuestro.

La palabra queda flotando en el aire, y me doy cuenta que de todo lo que pasó ayer eso fue lo que más se repitió en mi cabeza, la forma en la que lo dijo, la forma en la que por alguna razón sonaba tan seguro como si fuera así.

El silencio se alarga por un rato, no sé qué decirle, pero él al parecer si prefiere romper el silencio.

—Entonces... ¿No ibas a gritar de nuevo?

—Que te importa— suelto las palabras tan rápido que ni siquiera tengo tiempo de pensar que he sido grosera.

—Vale, no soy tu estúpido pueblo.

Me giro hacia él, tenía razón, pero al mismo tiempo ni siquiera debía ser algo seguro estar en un río, lejos del mundo con un chico que ni siquiera sabía quién era.

Pero luego recordaba que incluso estando con muchas personas cerca del pueblo, a nadie le importaría si este chico puede hacerme algo.

Suelto un suspiro que seguramente sería catalogado como el más largo del mundo, y decido no ser grosera con quien hasta ahora he visto solo dos veces en mi vida, o al menos tratar de no serlo.

—No lo eres. Pero ya no puedo gritar si estás aquí.

—¿Por qué no?— ladea su cabeza.

—Igual no va cambiar nada. Seguramente luego al volver sería igual— fijo mis ojos en mis piernas.

Todo sería tan igual como ahora, nada cambiaria así gritara por horas.

—No vuelvas.

Me giro posando mis ojos en él, sonaba como si fuera la cosa más sencilla.

—¿Qué?

—Quédate aquí, en nuestro lugar.

Sacudo la cabeza, como si acabara de decir la cosa más disparatada de la historia.

—Ya te dije que es mi lugar, no tuyo.

—No dije mío, dije nuestro.

—Es mío, solo mío.

Nuestro lugar.Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora