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Layla

Siendo sincera, no logro dormir. Las vueltas en la cama ya me tienen cansada y ponerme de pie para ir al baño a ver mi aspecto en el espejo no es que ayude mucho.

Estoy tratando de verme lo mejor posible para mañana y no puedo dormir. Ya tendré que tapar las ojeras con maquillaje para no dar mala impresión.

Mala impresión... Imagina que entrando al salón se te enrede un pie y caigas de bruces en el suelo.

Cállate, maldita.

Sólo digo lo que puede llegar a pasar si no te avispas y duermes.

Maldito sub-conciente.

Mi reloj da las cinco treinta de la mañana y a duras penas me levanto a hacer el café. Mientras tanto, me siento en la mesa de la cocina a ver y escuchar a la piscina que está a unos cuántos pasos.

Esta en sí no es mi casa, es de mi tía María, hermana de mi mamá. Ella salió del país y buscó a alguien para cuidarla, y como en la escuela en la que mamá nos inscribió está mucho más cerca de aquí, preferimos quedarnos acá en esta casa, mientras que mi padre se queda en la que sí es de nosotros y es herencia familiar. Esa sí está un poco más lejos.

Yo estoy en la cocina de afuera. Adentro hace demasiado frío por el aire acondicionado y no es agradable.

La casa de mi tía tiene dos pisos y tres entradas. Una principal, una de servicio —la de la cocina— y otra que da acceso a la piscina y al corredor. Esa es la que está abierta, y por la que está saliendo mi mamá con cara de sueño.

Mi casa, no es de dos pisos, tiene una sola planta. Es estilo coloquial y hay más patio que estructura para dormir. Son cuatro o tres jardínes para limpiar todos los fines de semana. Hay un árbol de mango en el patio que todo el mundo ve cuando entra. Pero no me gusta el mango.

Eres rara.

Joder, ¿Puedes callarte? Arruinas mi relato.

Sí sí. Cómo digas.

—Buenos días, Layla —saluda mamá cuando llega a mi lado.

—Buenos días, mami —le sonrío.

Ella termina de preparar el café y el desayuno mientras me estoy vistiendo. Escogí una falda color blanco, botas del mismo color hasta la rodilla y un top color rosa y una chaqueta del mismo color.

Me gusta vestir como si fuera a ir a fiestas.

Jhoali —mi hermana— sale de la habitación con un vestido floral escotado y zapatillas color blanco.

—El hecho de que tengas diecisiete años —empieza ella—, no significa que puedas ir así a la escuela.

—Por favor —me defiendo—. Es mi primer día de clases. No lo arruines.

El desayuno ya está en la mesa cuando terminamos de salir de mi habitación. Pongo el bolso a un lado en el suelo mientras me siento a devorar mi desayuno mientras mamá se va a vestirse.

—¿Me enseñarás la escuela? —pregunto.

—Supongo que sí.

Apresuré mi desayuno y vi la hora.

6:36 a.m.

Estoy ansiosa por entrar a clases... tengo que ponerme al día con todas las clases de este mes de octubre que me perdí. Y supongo que por lo menos en el acto, haré una amiga o amigo...

Procura ser normal.

Oh, ¡Cállate de una vez!

—Layla, vámonos —dice mamá saliendo de la casa.

Belleza OscuraWhere stories live. Discover now