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Layla

Daniel tiene una mano extendida hacia mí, esperando que la estreche con la mía. Lo hago, pero mientras, le echo una mirada rápida a Santiago que está mirándonos expectante a todo lo que vaya a pasar.

Daniel, por otro lado, me aprieta la mano ejerciendo un poco de su fuerza masculina, pero es algo que no me molesta, la verdad. Me parece más bien agradable.

Haz socializado con seis personas en un día y medio, eres grande chica.

Gracias, subconciente.

Sonrío para mí con la conversación que tengo con mi cabeza, pero Daniel lo malinterpreta, y me devuelve una sonrisa que yo no le di.

—Oh, sé que soy súper amigable, gracias por esa sonrisa, eres muy linda —admite y, siendo sinceros, no sé si lo dice en serio o no—. Nunca me dijiste como te llamas —me recuerda.

Me suelto de su mano, y digo:

—Soy Layla. Un gusto.

Sin embargo, no sonrío.

Y no sé por qué.

Chica mala jajaja.

—Daniel —dice Santiago—, no puedo darte la tarea.

El primero se gira hacia mi amigo y le dice:

—¿Por qué?

—Pues porque yo tampoco la he hecho.

Y vuelvo a reír.

Por Dios, pero es que no puedo evitarlo. Son un par de inrresponsables.

—Layla... No te rías —pide Santiago.

—Es... es que... no puedo evitarlo. —Y sigo riendo.

Estoy tan preocupada riéndome que no noto cuando Daniel se sienta en la silla libre que está entre Santiago y yo, y me dice:

—Tienes una risa muy linda.

Lo suficiente para que logre callarme.

—No es cierto —le reprendo.

Y, de pronto, ya estoy de mal humor. No es cosa rara que eso pase, pero la verdad prefiero disimularlo frente a mis amigos, así que, en contra de mi voluntad, fuerzo una pequeña sonrisa que no me llega a las orejas.

Siendo sincera, me gusta que me digan cumplidos, pero no cuando no puedo creérmelos. Tengo el autoestima lo suficientemente baja como para decir que soy demasiado fea.

—Sí que lo es —lo secunda Santiago.

Y de inmediato, ya estoy sonrojada.

Dios... No puedo con tanto.

—Bueno, sí —mintiendo, les doy la razón—. Está bien.

—¿No te gustan los cumplidos? —me pregunta Santiago.

Niego con la cabeza. No voy a dejar que sepan cosas de mí tan a la ligera. Apenas los conozco, por Dios. No confío en ninguno de los dos.

Estás mintiendo.

¿Eh...?

—... entonces, quisiera saber cómo vamos a hacer para que el de Contabilidad no nos quite los puntos de responsabilidad —dice Daniel.

Bajo de la nube de pensamientos, y digo:

—Yo puedo darles la tarea. Ayer la hice.

Si algo siempre me ha gustado en la vida, es ayudar con la tarea a mis amigos. En este caso, es una investigación, así nadie se arriesga a que salga mal o algo así. Y si el profesor dice algo al respecto de que las tres son iguales, podemos decirles que «casualmente» copiamos y pegamos lo de la misma página de Internet.

Belleza OscuraWhere stories live. Discover now