13

20 3 1
                                    

Layla

Entre la semana, antes del día de piscina, mamá y yo fuimos a comprar unas cuántas golosinas y material para hacerle un brazalete tejido a Santiago, para regalárselo en el intercambio de regalo.

Le pido a Jhoali que me haga el favor de hacer lo último, mientras yo me pongo a hacer un pequeño póster con su nombre —en este caso «Santi»— con símbolos del día de San Valentín al rededor.

Hoy es catorce de febrero y las únicas personas que me han deseado un feliz día son mamá y Jhoali. Qué vida tan social la mía, ¿verdad?

Soy de ese noventa por ciento de población mundial que nunca ha pasado un día de San Valentín con pareja. Y no es que esté muy feliz con ello, ya que quisiera saber qué se siente. Tampoco he pasado un cumpleaños con novio.

Oh, ¿vas a llorar?

Pff, ya habías tardado días en aparecer.

Parece que me extrañaste.

No, más bien ve de vacaciones y no vuelvas... eh... no sé, quizás en... ¡Hasta que muera!

Lo lamento tonta, pero vas a tener que soportarme porque sí.

—Layla —habla mi hermana, tomándome desprevenida—. ¿Por qué tienes esa cara?

Maldita conciencia.

Yo también te quiero.

—No es nada. ¿Ya acabaste?

—Falta quemarle los extremos para que no se hilache. En un segundo te la doy.

Cuando ya estuvo lista y póster también, junté todo con las golosinas y lo metí en una bolsa de regalo. Lo segundo sobresalía por estar hecho un tubo.

Espero que le guste.

Ya listo todo, papá nos viene a buscar y vamos a mi casa —estábamos en la otra casa—. Allá llamo al único amigo con el que tengo contacto desde que me cambié de escuela, el cual va a estar conmigo en la piscina.

—Joan, te estoy diciendo que le dije a Santiago que me gusta. ¡Y frente a toda la clase! ¿Hay otra forma de perder mi dignidad?

Joan León, el chico menor que yo por solo unos meses, que estuvo enamorado de mí y la única manera que encontró para confesarme lo que sentía fue bajarme el autoestima hacer que el amor que sentía por mí, no exista hoy en día.

Lo consideré algún día como mi mejor amigo, y no sé por qué le sigo hablando, y la verdad es que no tengo nadie más con quién hablar. Es difícil confiar en tus padres cuando pueden regañarte si hablas más de la cuenta. Con Jhoali casi no hablo de lo que me sucede pues, aunque sabe dar buenos consejos, no m siento cómoda con eso.

Joan es el único chico que me ha escuchado sin juzgarme, no me repite lo que le cuento si yo no lo hago antes, hace como si se olvidara de todo, y me consuela cuando lo necesito.

Creo que dejó de sentir cosas por mí, porque el tema del autoestima se quedó de lado, aunque él nunca supo lo que eso causó en mí.

Debo ser masoquista por seguir siendo amiga de ese chico.

—Si le regalas algo, sería como si perdieras más tu dignidad —responde él—. ¿Por qué? Pues porque si se supone que estás dispuesta a olvidarlo, te da vergüenza que toda tu clase sepa de ese sentimiento, no vas a regalarle algo mañana por San Valentín. ¿O sí?

Me quedo callada.

—Dios, Layla. ¿En qué estás pensando?

Comienzo a morderme las uñas, motivo de ansiedad.

—¡Tal vez porque quiero que se fije en mí! ¡O yo qué sé, Joan! Santiago me gusta, y lo peor es que a él le gusta una de mis amigas.

No voy a llorar. Se supone que me estoy desahogando. No puedo ponerme a chillar como una estúpida.

Oh, la nena va a llorar.

¡¡¡CÁLLATE!!!

Bien, bien, me callo. Pero solo por unos dos minutos.

—Tal vez si puedas regalarle algo —dice luego de un rato.

Me vuelve el alma al cuerpo.

—¿Qué puedo regalarle?

—¡Un golpe en los huevos!

Suelto un suspiro muy largo, clamando paciencia.

—Mañana pasaré a buscarte a tu casa durante la mañana. Espero que no estés durmiendo.

—¿Te enojaste? —pregunta burlón.

—No, Joan; estoy bien. Adiós.

Cuelgo y me recuesto en mi cama.

Se supone que tengo que buscar mi traje de baño, pero no quiero levantarme, y sé lo que me está pasando, pero me niego a caer en una crisis existencial de nuevo. Eso no.

Me quedo dormida y al día siguiente, papá estaciona el auto frente a casa de mi mejor amigo y toca la bocina. Yo salgo del auto y grito a todo pulmón si nombre.

—¡¡JOAN!!

Su perro sale ladrando y cuando me ve empieza a mover la cola. Me agacho a saludarlo.

—Qué cosita tan linda eres, ¿verdad que sí? Eres hermoso. —Mi voz chillona a los animales no la conoce todo el mundo. Solo mi familia.

—Puedes gritar más fuerte y así todo el vecindario se entera de que estás aquí —dice mi amigo saliendo de su casa con una mochila guindada en su hombro.

—Tú cállate y sube al auto.

Subo primero y dejo que él cierre la puerta luego de subirse.


A

ndré, Diego, Alex, Mía y Santiago son los primeros en llegar a la puerta de mi casa, justo cuando me disponía a salir a abrirles la puerta por si el vigilante se ponía a actuar de forma tonta con las visitas.

Debiste haber invitado a Daniel.

Dios, cállate. Sólo haces que me sienta peor.

Pues siéntete peor, porque mira, Santiago está caminando justo en tu dirección.

No me había dado cuenta de que me había quedado justo con la llave pegada a la puerta, pero sin abrirla.

—Layla, ¿estás bien? —pregunta el chico intrigado.

Lo pienso, y la verdad es que estoy bien.

Estaba.

Mía se le coloca al lado a Santiago y él la ve con unos ojos de enamorado que da asco.

Yo quisiera que él me mirara así, demonios. ¿Por qué no puede hacerlo? ¿Qué tiene ella que no tenga yo?

Mis ojos se hacen agua y un nuevo nudo en mi garganta comienza a crecer, en lo que siento que alguien se me posa al lado y al levantar la vista es Joan. Me dice con la mirada que todo va a estar bien y que nada va a pasar, así que me aparto para que él abra la puerta y deje entrar a todos a buscar sus cosas.

Maldita sea. ¿Por qué tiene que afectarme tanto?

«—Coletti es un idiota, Layla.»

Daniel debería estar aquí; ayudándome.

«Seré feliz incluso viendo al amor de mi vida, amando al amor de su vida. Y si eso no es amor, entonces ya no sé cómo puedo amarlo.»

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jan 04, 2023 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Belleza OscuraWhere stories live. Discover now