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Layla

Dos meses después.

Mitad de diciembre, último día de clases, fiesta de navidad.

Tuve que regresarme a mi casa porque la temática eran jeans azul o negro, y como a mí nadie me avisa de nada, llegué a la escuela con uno color rosado y la portera me dijo:

—No puedes entrar así, cariño.

—¿Por qué no? —pregunté.

—Pues porque ese no es el color del jean que se pidió.

Y... Ahora estoy de vuelta al instituto con un jean desgastado color azul, una camiseta de manga corta color rosa y unas converse negras para acompañar el vestuario.

Amo la manera en la que me visto. Y todo este mes me he vestido como quiero para venir aquí y hoy es que no me dejan entrar.

Pinche director.

Coincido contigo.

Toco la puerta para entrar y la portera me deja entrar de inmediato cuando me ve. Camino hacia por el pasillo felizmente con una sonrisa en mis labios.

Santiago no viene hoy, así que busco a mis otros compañeros. He hablado con algunos este último mes de clases. Paola, André, Valentina, Ari y Legni. La última no es tan importante, ya que es un poco odiosa, pero al menos habla a veces conmigo sin ningún problema.

Encuentro a Paola en la cafetería hablando con André.

La chica tiene el cabello castaño claro y ojos miel. Es un poquito más baja que yo, y es muy linda.

Tú hermana dice que tiene cara de pan aplastado.

Calla.

No se rían. No es para nada gracioso.

Vale... Ni tú te la crees.

Bueno, admito que sí me reí un poco cuando Jhoali dijo eso, pero no era para tanto.

Nunca, entiendan, NUNCA me ha gustado burlarme de mis amigos o hablar mal de ellos. Me parece algo muy feo y una falta de respeto.

Sí, como toda rebelde que soy, defiendo más a mis amigos que a mi hermana. ¿Por qué lo hago? Pues... Mi hermana y yo no tenemos la mejor relación del mundo, todos los hermanos pelean y es en libros o películas que no lo hacen. Me llevo el setenta por ciento mal con mi hermana, y el otro treinta por ciento lo usamos para ser payasas, reír o llorar juntas como las hermanas que somos.

La quiero, pero peleamos mucho. No puedo contarle un secreto porque ella va directo y sin anestesia a decirle a mis padres lo que le cuento. No puedo ir a las fiestas a las que me invitan mis amigos porque mi hermana —que obligatoriamente tiene que ir porque o si no yo no voy a ningún lado— va y le cuenta todo lo que hago a ellos. Es molesto, muy molesto.

Sé que los amigos de verdad son contados con los dedos de una de mis manos y me sobran dedos, porque hasta ahora no tengo ninguno.

La que era mi mejor amiga se alejó por completo de mí y ahora no me habla. El que era mi mejor amigo me bajó por completo el autoestima y ya no quiero saber nada de él. NADA.

Los «amigos» que tengo sólo son compañeros de clases; gente que me pide la tarea de manera urgente cuando no la ha hecho o que me busca porque sabe que en mi casa hay piscina.

Mía es la única que me habla sin interés alguno. Como con Santiago, soy yo la que le ofrece la tarea. Y para agrado de ambas, tenemos muchas cosas en común. Color favorito, banda favorita o segundo nombre igual. Es agradable.

Belleza OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora