11

16 2 6
                                    

Layla

Al día siguiente, Santiago se acerca a mí como si nunca hubiese pasado nada ayer.

Bueno, en realidad no sucedió no nada, simplemente existe una persona en este mundo tercermundista que aún se enamora sola. ¡Hola! Mi nombre es Layla Espino. ¿Cómo estás?

Aún recuerdo cuando me caí por primera vez de mi bicicleta. Mamá me ayudó a levantarme mientras yo me encontraba hecha un mar de lágrimas.

—¡Mami! ¡Me duele! —dijo la pequeña yo de siete años mirando sus rodillas raspadas.

—Tranquila, mi amor. Ya va a pasar. Va a sanar rápido.

El próximo día, ya no tenía el ardor, y a los tres días, era solo un mal recuerdo.

¿Por qué un corazón roto no puede sanar con la misma rapidez?

Santiago se sienta junto a mí en la cafetería, poniendo en la mesa una bandeja con su desayuno, mientras yo leía AFTER: Amor infinito, y me tomaba un batido de chocolate.

—¡Hola! —saluda y empieza a devorar su pastelito.

—Hola, Santi —no puedo evitar esbozar una sonrisa al decir esa última palabra.

—¿Quw tol ese linbro? —pregunta con la boca llena de comida.

—Bien. Situaciones tóxicas de pareja.

Hardin le estaba proponiendo matrimonio a Tessa para ese mismo día en la boda de Landon.

Interesante.

Siento la mirada de alguien clavada en perfil izquierdo, así que volteo y me encuentro a Daniel mirándome con una mueca triste en el rostro.

Pero ya qué. El chico ya me gusta y eso no se quita así como así.

—¿Por qué Daniel te está viendo de esa forma? —inquiere Santiago.

«Oh, quizás porque me gustas pero a ti te gusta otra chica, ¿o será pura coincidencia?»

—No lo sé —es lo que respondo.

Levanto mi mano para saludarlo y me lo devuelve con un movimiento de cabeza, a lo que deja de observarme y sigue hablando con Rafael, un chico de mi clase.

—Tiene una mirada como de... —Se queda pensando en lo que dirá y cómo soy curiosa, quiero saber qué va a decir—, lástima.

Claro que me va a mirar con lástima, pedazo de idiota. ¿Qué haces sentado aquí? ¿Por qué no te alejas?

—Déjalo —contesto.

No sé qué más decir, y para mí desgracia o fortuna Mía se acerca hacia nosotros, o hacia mí, en particular.

Le echo un ojo al chico que tengo sentado frente a mí y él ya no me ve, la ve a ella. Y ella me está mirando con cara de que todo lo que le dije ayer en la piscina es mentira.

—¿Trajiste el material de apoyo para la exposición? —pregunta luego de saludarnos.

—Sí, está en mi casillero.

—No lo vayas a olvidar. No quiero reprobar esto —dice.

—Hola, Mía. ¿Cómo estás?

Santiago pregunta eso con una sonrisa deslumbrante en el rostro.

Quiero que me mire así. ¿Por qué no puede mirarme así?

Porque no le gustas, bah.

Qué delicada.

Belleza OscuraOnde histórias criam vida. Descubra agora