10

9 1 1
                                    

Layla

Luego de acompañar a los chicos a la parada de buses para que tomaran uno a sus casas, me desvio de camino sin antes decirle a mi mamá que llegaré un poco tarde.

Compro un hot dog en un pequeño sitio sobre un puente. Me lo como ahí mismo mientras veo a los autos pasar y el tráfico que se forma ya por la hora.

Son exactamente las 5:30 p.m. Sí, llevo mucho tiempo fuera de casa, pero la verdad es que no quiero llegar aún.

Esto de tener sentimientos por alguien que no los corresponde no se siente nada bien. Y, sin embargo, es algo que no se puede evitar.

Pero nada es inevitable. Tú encuentras la forma de eso se evite, chica.

Wow, es lo más sensato que has dicho en mucho tiempo.

No te emociones, sigues estando loca por hablar contigo misma. Y en voz alta.

Volteo a ver a ambos lados y veo al señor del puesto de hot's dog's viéndome raro. Muy raro.

—¿Estás bien? —pregunta y yo me pongo roja de la vergüenza.

—Eh... Sí. ¿Cuánto le debo? —Quiero evitar cualquier tipo de conversación con este señor debido a la pena.

Estás locaaaaa.

¡CÁLLATE!

—Cinco dólares.

Saco el dinero de mi bolsillo después  que termino de comer, y tomo el refresco que me extiende como regalo.

No camino mucho hasta que me escucho que me llaman por mi nombre.

—¡Layla!

Volteo y distingo a un chico robusto y unos centímetros más altos que yo, que al llegar a mí, se le nota que ha corrido mucho.

—Daniel, ¿estás bien?

Lo ayudo a caminar a una banca cerca de donde estamos y nos sentamos. Le ofrezco mi refresco.

—Gracias.

Lo bebe de un solo sorbo y tira la lata en el cesto de basura que hay a lado de él.

—¿Qué pasó? —le pregunto preocupada. La verdad no esperaba que corriera tan poco y se cansara de esta forma.

Es su masa muscular. ¿No ves que está gordito?

Deja de burlarte de la gente.

¿Eh? —El chico a mi lado me mira extrañado.

¿Dije eso en voz alta?

Sí.

Voy a evitar seguir hablando contigo hoy.

¿Layla? ¿Qué te sucede?

Ahora es Daniel quién me mira preocupado.

—¿Quieres que me vaya? —cuestiona algo ofendido.

—No, lo siento. Hoy estuve un poco mal de la cabeza.

—¿Luego de la piscina? —insinúa con una sonrisa—. Por cierto, ¿qué tal estuvo eso?

Recuerdo cuando noté que a Santiago le gusta Mía y los ánimos vuelven a bajarme hasta el punto de hacer una mueca notable, apesar que no la estoy viendo.

—Estuvo... bien, supongo. Nada del otro mundo. Un momento en el que todos estuvimos divirtiéndonos hasta que una chica se enteró que el chico que le gusta siente algo por una de sus amigas.

Me encojo de hombros.

—Luego todos se fueron —concluyo, y cuando volteo a ver al chico sentado a mi lado, me ve con una nostalgia que no soy capaz de notar hasta que sonríe y con una de sus manos seca una lágrima rebelde que se ha escapado de mis ojos, sin yo darme cuenta.

—Coletti es un idiota, Layla.

Daniel me abraza, y siento que es el abrazo más reconfortante que he sentido en años. Por lo que yo también lo envuelvo en mis brazos, pero evitando llorar.

—¿Cómo sabes que es Santiago del que estoy hablando? —le pregunto, pero no me sorprende que lo sepa de todas formas.

—Se nota a leguas, y él es un idiota por no darse cuenta de la gran chica que tiene detrás de él.

Me aprieta y yo sigo intentando no llorar. Nunca me ha gustado que me vean llorar, y esta no será la excepción.

Sí, me está ayudando a sentirme mejor, pero eso no significa que ya deba abrirme a alguien que aún no conozco del todo.

Querido diario:

Son dos chicos espléndidos, pero tú y yo sabemos muy bien que el corazón, el 80% de las veces, se enamora de alguien que no nos pela en lo más mínimo.

Pero me gusta. Y si sigue confundiéndome como lo está haciendo, las cosas van a terminar mal para mí.

«Oye, gracias. Pero decirme que el chico que me gusta no me merece no significaba que tú sí lo hacías conmigo.»

Belleza OscuraWhere stories live. Discover now