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Layla

—¡Layla! ¡Tranquila!

No puedo dejar de toser. El agua con cloro entró por mi boca y ahora estoy sufriendo las consecuencias de haberme lanzado con Santiago a la parte más onda de la piscina sin saber nadar.

Estoy en las escaleras dentro de ella. Mía me está dando palmadas en la espalda para que pase el ataque de tos.

—No me dijiste que no sabes nadar —dice Santiago medio burlón.

Por suerte mi mamá no me ha visto ya que está hablando por teléfono adentro de la casa. Jhoali sí me vio, pero después de saber que sigo respirando se fue a nadar con Gaby y el resto de mis amigos.

Odio ser el centro de atención, así que sutilmente, en medio de un ataque de tos les dije que se fueran a divertir; que estaba bien.

Sin embargo, la mentira sale a la luz cuando de repente comienzo a respirar un poco mal.

Es normal, ¿no?

No lo sé. Nunca había estado un intento de ahogo en una piscina.

¿Recuerdas cuando casi una ola te lleva a vivir con los peces en el mar?

Lo recuerdo bien. Tenía nueve años. Me fui con mi papá a una parte más lejos del mar de dónde acostumbrada a estar. Mamá se había quedado con Jhoali comiendo algo en la arena, sin saber que mi papá me había dicho que saltara las olas. El agua me llegaba al pecho y yo feliz —como cualquier inocente— me encontraba saltando olas. Hasta que de repente se vio una gigante, y de idual forma me atreví a «intentar» saltarla.

Juro que si no hubiese estado agarrada de la mano con papá, en ese momentos, algún pez payaso estuviera viviendo en lo que sería mi cráneo o costillas.

Exageras.

¡No lo hago!

—Estoy bien —le digo a mi amiga para que deje de palmearme—. Lo siento.

—¿Por te disculpas? —pregunta ella.

—Porque creo que les he quitado diez minutos de diversión en el agua —explico con un deje de burla.

Nah. —Santiago le resta importancia haciendo un movimiento con una de sus manos—. Son sólo diez minutos, aún tenemos una hora para salir de aquí.

Dicho eso, se deja caer hacia atrás y se pone a flotar.

—¡Esta agua está deliciosa! —exclama.

Cuando comienzo a respirar mejor me uno a la diversión sin acercarme mucho a la parte más onda de esta piscina.

Pero sabes nadar.

Pero no sé flotar.

Tengo que aprender, pero soy muy cobarde.

Veo a André cerca y me acerco por detrás para montarme un su espalda.

El acto lo toma por sorpresa.

—¿Quieres que te lleve? —pregunda divertido—. No soy un auto, Layla.

—Lo sé. Pero nadas. Y yo quiero ir allá. —Le señalo el punto en dónde están Paola, Mía, Gaby, Alex y Santiago—. ¿Sabes dónde está mi hermana?

—¡Aquí estoy! —escucho que grita Jhoali y dos segundos después mi cara queda empapada de nuevo con gotas gruesas debido a que Jhoali se aventó justo en frente de André.

—¡Jhoali!

Ella se ríe y parece un pecesito mientras nada de un lado a otro ignorando el regaño de mi parte.

—Tu hermana es muy ocurrente —dice mi compañero y empieza a nadar a dónde están los demás.

—Lo sé —respondo.

De un momento a otro, los pies de André han sido jalados hacia abajo dejándome con el sólo impulso de nadar el resto del viaje a dónde están los chicos sin tener que ahogarme. Ya faltaba poco para llegar, así que es sólo impulsarme, por lo que chocó con el pecho de alguien y abrazo a ese alguien para evitar volver a dirigirme a la parte más onda.

—Lo siento —me disculpo sin levantar la mirada.

—No hay por qué.

Maldita sea.

¿Hasta cuándo la vergüenza?

Me quito de encima de Santiago y choco con Mía. Ella me sujeta.

Ha sido Jhoali quién jaló a André por los pies hace un par de segundos.

Voy a matarla. 

—Tienes que contarme las buenas nuevas —insinúa mi amiga en un susurro.

—¿Buenas nuevas? ¿De qué estás hablando? —Sueno en verdad confundida.

Ella se alza para sentarse en la parte de afuera de la piscina y me echa una mano para hacer lo mismo.

—Te gusta —afirma y no sé de quién carajos estamos hablando.

—¿Gustarme? ¿Quién?

—¡Oh, por Dios, Layla! ¡Santiago! —exclama y Santiago voltea al escuchar su nombre. De pronto siento la necesidad de desaparecer de este mundo.

El chico nada hacia nosotras.

—¿Me llamaste? —Santiago tiene en su mirada un brillo diferente cuando le pregunta a Mía eso.

Mi amiga niega con la cabeza.

—Sólo que Layla está medio sorda y quise verificar si escuchaba bien. Así que probé llamándote a ti —explica la morena.

—Oh, genial —medio sonríe—. Estaré por... allá, entonces.

Se aleja y no sé qué pensar con lo que acabo de ver. Y al parecer Mía no se da cuenta de nada de lo que acaba de pasar.

¿Le gusta?

¿SE GUSTAN?

No, Mía —digo—. No me gusta Santiago.

«La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado, y saber que nunca lo podrás tener»

Gabriel García Márquez.

«Es mejor ser rey de tu silencio, que esclavo de tus palabras»

William Shakespeare.

Capítulo corto, pero es para ir poniendo suspenso a la cosa.

Quería pedir un favor, y es que como no tengo mucho tiempo de editar (esta historia es un borrador solamente) comentaran las palabras que están mal escritas o frases mal dichas. Se los agradecería mucho.

Gracias, Antonio; por corregirme:)

Belleza OscuraWhere stories live. Discover now