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La luz que entraba por la venta me hizo soltar un quejido de cansancio, ¿a quién demonios se le había olvidado cerrar la cortina?

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La luz que entraba por la venta me hizo soltar un quejido de cansancio, ¿a quién demonios se le había olvidado cerrar la cortina?

Me moví sobre la cama intentándo buscar una pose cómoda y volver a dormir. No pude. Solté una maldición.

¿Por qué la vida tenía que ser una completa mierda conmigo? ¿Qué había hecho para merecer este trato?

─¿A quién carajos se le olvidó cerrar la maldita cortina de mierda? ─farfullé y me cubrí con el cobertor hasta la cabeza.

La respuesta no se hizo esperar, y admito que la voz ronca y profunda que sonó me hizo erizar.

─Empezando el día con toda la actitud, admiro eso de tí ─escuché la voz burlona de cierto pelinegro y volteé los ojos.

Rodé en la cama hasta quedar del lado donde me pareció escucharlo.

─Nunca te cansarás de molestarme, ¿verdad? ─me destapé y lo miré mal.

─Nunca ─dijo con una media sonrisa.

Resoplé y lo observé; estaba sentado en el sillón con una pierna sobre la otra, en una de sus manos tenía una taza y su brazo libre estaba apoyado en el respaldo, se veía malditamente caliente.

Paz, paz, paz, no es momento, Ayleen, no pienses en esas cosas, controláte.

Importándome muy poco mi condición (porque seguramente estaba hecha un asco físicamente), me paré y me acerqué a él. Me miró con atención y sentí sus ojos recorrerme todo el cuerpo, de pies a cabeza, sin descaro y sin molestarse en disimular su interés. Agarré su taza y le dí un sorbo.

¿Café? ─hice una mueca de disgusto.

─¿No te gusta? ─encarnó una ceja y me miró expectante desde abajo.

─No me gusta combinar lo caliente con lo caliente, la mañana es calurosa al igual que el café, odio el calor, me hubiera venido mejor un té frío.

─Lo voy a anotar.

Asentí en su dirección y fui al baño.

Gracias a las pastillas que Axavel me había dado anoche, el dolor en mi cabeza era más soportable pero aún visiblemente estable, pero eso no era lo peor. Lo que más estaba sacándome de mis casillas esta mañana era que recordaba perfectamente todo, con lujos y detalles. Todo. Estaba. En. Mi. Cabeza.

Y me sentía jodidamente avergonzada, es decir, había dicho y hecho un chorrero de bobadas y cada vez que las recordaba y que una imágen se plantaba en mi cabeza, solo quería que la tierra me tragara.

─¿No dormiste? ─lo miré un segundo antes de darle la espalda para ponerle pasta dental a mi cepillo.

─No pude dormir.

─¿Por qué?

─Me preocupaba que en algún momento te diera por vomitar sobre mí ─me sonrió.

Axavel © [Versión Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora