Capítulo 9|Después Del Caos (reescrito)

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Despierto confundida sobre un colchón gigantesco y suave. Abro los ojos lo más que puedo, aunque eso me deja casi como al inicio, pues estoy perdida, jamás he estado en ese lugar.
Tomo asiento sobre la cama e inspecciono la habitación. Es extensa y monocromática, con muebles extravagantes y decoraciones modernas al estilo de un diseñador muy famoso en California quien tiene un reality que cabe destacar, es uno de mis preferidos.

Nuevamente los recuerdos de la noche anterior me golpean ferozmente y mis ojos comienzan a arder. Ya he vivido esto antes, solo que en la ocasión anterior no tenía el apoyo de nadie, estaba sola y pasé por todo el proceso únicamente con mi mera compañía. No quiero revivir todas las Humillaciones y cicatrices que me he esforzado en eliminar, no puedo repetir el proceso, no sí implica jugar con mi estabilidad mental.

—¿Se puede? — La puerta se abre. — No me interesa si sigues durmiendo, ya te desperté.

Rápidamente limpio mis lágrimas.

No soy débil y debo demostrarlo.

— Traje el desayuno. — Myrthe sonríe apenas me ve.

¿Qué hace ella aquí?

—Te preparé tu postre favorito. El que tiene bayas y manjar de leche. — Se sienta a un costado de mí.

Observo la bandeja con el desayuno, es una combinación de huevos, fruta y el pie de bayas con cobertura de manjar de leche de vainilla.  Myrthe suele hacerlo en ocasiones especiales, aunque por lo regular es un especial de navidad y acción de gracias. Su receta es un misterio y una bendición al mismo tiempo.

—¿Cómo te sientes? Puedes contarme lo que desees. Soy una tumba. — Coloca un cierre invisible en su boca, lo cierra con llave y la tira al suelo...

¿Cómo me siento?... Soy un torbellino de emociones. Por dentro mi mente trata de bloquear los recuerdos como un sistema de autodefensa, siempre lo ha hecho, supongo que fue algo que adapté tras los años en el orfanato. Sin embargo, por fuera aún siento las manos de ese hombre y sus caricias, más que nada eso; sus dedos tocandome, haciendome sentir vulnerable y débil.

No voy a llorar.

No debo hacerlo.

La debilidad es para los débiles y yo soy una mujer fuerte.

—Estoy bien, Myrthe. — Miento creyendo que lo logro, pues muy en el fondo, sé que ella sabe que estoy sangrando.

Ella suspira.

—Prometí a tu caliente novio que comerías, así que sal de esa cama y come. — Inquiere cambiando el tema.

— Myrthe...

—No seas zopenca y come. — Refuta frunciendo su entrecejo.

—¿Quién eres, una anciana?

—Setenta años no son en vano. — Sonrío. — Lavantate, come, duchate y sal al mundo como una mujer fuerte e inspiradora, tal como todos los días.

—Claro, inspiradora. —Ruedo los ojos. — ¿Quién podría inspirarse con una mujer desastre?

—Yo. — Interfiere rápidamente. — Eres la mujer que me habría gustado ser en el pasado. Tienes una carrera, fuerza, liderazgo y el valor que yo necesité para luchar por mis derechos en un mundo dominado por hombres. Mi niña, tú saliste adelantante aún sin tener nada y eso es algo por lo que se te admira...

Bajo la cabeza. Myrthe lo consiguió, justo como siempre lo hace. Hizo que me permitiera tomarme un minuto para prestarle atención a mi dolor.

—¿Por qué a mí? — Mi voz es inestable y mis lágrimas no me permiten observar más allá de una silueta borrosa. — Aún siento como me toca y besa. Mierda, me siento tan impotente porque quería gritar y hacerlo a un lado, pero no podía, yo... ¿Eso me hace débil?

Sin sentimientos (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora