Capítulo Quince

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Estuve unos minutos llamando a la puerta sin recibir respuesta alguna, dando vueltas en el porche imaginándome qué podría haber pasado para que Ofira aún no me hubiese abierto

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Estuve unos minutos llamando a la puerta sin recibir respuesta alguna, dando vueltas en el porche imaginándome qué podría haber pasado para que Ofira aún no me hubiese abierto. En mi cabeza se presentaron miles de posibilidades a cada cual me asustaba más. Pensé en su madre, y sentí mi cuerpo estremecer al imaginarme que le podría haber pasado algo. Sin embargo, mientras miraba las flores esperando que alguna de ellas me diera una respuesta de lo que estaba sucediendo, de nuevo los lirios blancos captaron mi atención. Recordé cuando en la primera interacción personal con Ofira, me sorprendió mientras los olía. También caí en cuenta de que en el día de mi propia boda no iría a haberlos. Pero no fueron los únicos recuerdos que evocaron en mí, ya que además recordé que había más lirios de distintas tonalidades en el patio posterior, y pensé en que quizás Ofira estaría allí atareada con el vestido y por eso no me habría escuchado.

Avancé entre la hierba alta pero cuidada que rodeaba la casa de mi costurera, hasta llegar el resto de valla de madera blanca que indicaba que el jardín estaba tras cruzarla. Pero al llegar tampoco había nadie, ni rastro de Ofira, ni de Dymas y tampoco estaba su madre. Tan solo había un jardín repleto de flores, árboles, una cabaña y los materiales con los que había estado trabajando el día anterior. Y me volví a preocupar.

Me acerqué a la mesa donde estaba la madera cortada para las rampas, y para mi sorpresa me encontré con algo sobre los trozos: el gorro de cocinera y el delantal con mi nombre grabado. Los recogí extrañada, sin saber por qué habrían sido colocados allí, pero bajo ellos había una nota que me recordaba a la que se voló y que con una rima indicaba que se debía llamar a la campana de la entrada. Y antes de leerlo me resultó curioso que, a pesar de haber leído la nota, cuando se desvaneció olvidé por completo la existencia de aquella campana plateada. ¿Y si no me habían abierto por no haberla hecho sonar? No, era absurdo, las otras veces anteriores me abrieron sin mayor miramiento. Por lo que, intentando dejar atrás todas las preguntas irracionales que me hacía, comencé a leer la nota:

Si a nosotros quieres encontrar, vístete de cocinera y hasta la puerta trasera deberás avanzar.

Miré hacia la ventana por la que la vez pasada Viola había estado mirando el atardecer y vi unos cabellos rizados esconderse rápidamente. Apreté la nota sobre mi pecho mientras reía y sentía mis ojos humedecerse de felicidad. Cogí el delantal y el gorro, y me los coloqué dejando el nudo a mi espalda sin hacer. Avancé hacia la puerta que estaba entreabierta —¿Cómo no me pude dar cuenta antes? —, y escuché desde el interior:

—Ya viene, ya viene —reía Dymas mientras corría por la casa.

Entré y había unas notas en el suelo formando un camino hasta la cocina. Fui recogiendo las notas hasta pararme frente a la última, y volví a sonreír al comprender el mensaje: Dijiste que con nosotros querrías volver a cocinar, así que de la ilusión de Dymas no podrás escapar.

Al entrar en la cocina estaba toda la familia, alegre por mi llegada.

—¡Sorpresa! —gritó el niño saltando y abriendo los brazos.

Las letras de DevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora