Capítulo Veinticinco

318 42 12
                                    

Me acompañó hasta casa

Ups! Gambar ini tidak mengikuti Pedoman Konten kami. Untuk melanjutkan publikasi, hapuslah gambar ini atau unggah gambar lain.

Me acompañó hasta casa. Todo el camino de regreso estuvimos agarradas de la mano, sin preocuparnos por si alguien nos llegaba a ver, porque era de noche y además estábamos demasiado absortas la una en la otra, nos daba igual si nos encontrábamos con otras personas.

Habíamos estado un par de horas más bajo el sauce, entre muchos besos, risas cómplices y charlas que fortalecieron mi alma. Le hablé sobre la ruptura con Silas y lo dolorosa que había sido, y mientras tanto Ofira me escuchaba paciente y comprensiva. También le expliqué que era la primera vez que sentía algo así por una mujer, en cambio, ella me confesó que nunca se había sentido atraída por los hombres. Hablar con ella fue como un soplo de aire fresco, aquel que necesitaba antes de continuar con mi vida sin Silas.

—Con que aquí es dónde vives... —me dijo cuando nos detuvimos frente a la puerta.

—Ya era hora que conocieras mi casa, te llevaba demasiada ventaja —contesté entre risas.

Solté su mano y me coloqué frente a ella. Nos mirábamos ensimismadas, con sonrisas en nuestros rostros.

—Gracias por haber hecho del que pensaba que sería el peor día de mi vida, uno de los mejores.

Dio un par de pasos hasta que nuestros rostros quedaron cerca. Vi sus intenciones y miré de reojo a mi casa, que aún tenía las luces encendidas en la planta baja.

—Mi familia aún está despierta.

Asintió, sabiendo que aquel no sería el momento para volver a besarme.

—¿Estás segura de que no te importa volver sola a estas horas? —pregunté, preocupada por su bienestar.

—No te preocupes, ellos son quienes me tienen miedo a mí.

Aunque lo dijera sonriendo, algo en mi interior me confirmaba que no estaba bien lo que acababa de confesarme. Me irritaba y dolía a partes iguales saber que se había tenido que acostumbrar a que la rechazaran.

—¿Nos vemos pronto? —me preguntó.

Extendí mi mano para rozar la suya, dándole a conocer que me moría de ganas de volver a quedar con ella. Justo cuando volvía a perderme en sus ojos, la puerta de mi casa se abrió y separé mis dedos juguetones de su mano con la mayor velocidad que pude.

El corazón me empezó a latir con vehemencia hasta que descubrí a quien se había percatado de que ya estábamos allí: Petra. Cuando vi su cara, sorprendida a la par que entusiasmada, solté un gran suspiro, aliviada con que fuera ella y no otro miembro de mi familia.

—Bueno... pues nos vemos —le dije de vuelta, con los ojos de mi hermana aún clavados en mí, examinando todo lo que hacía.

Nos despedimos agachando la cabeza con timidez y mi hermana soltó una breve carcajada que intentó ocultar tras su mano, pero Ofira no pudo evitar sonrojarse por ello.

Las letras de DevaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang