Capítulo Veintidós

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Mis ojos se fijaron sobre una zona específica de mi dormitorio

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Mis ojos se fijaron sobre una zona específica de mi dormitorio. Estuve tanto tiempo así, que la visión se volvió borrosa y, aunque creyera que aquello sería la señal que me estaba avisando de que lo siguiente sería comenzar un llanto que jamás cesaría, no llegué a brotar ni una sola lágrima.

Era la primera vez que mi mente permanecía en un silencio tan abrumador. En el vacío de mi interior solo lograba percibir la sensación de pinchazos acumulándose en mi estómago, los cuales me hacían oprimir el abdomen y respirar sin llegar a llenar mis pulmones de aire.

Un par de golpes sonaron en la puerta de mi habitación, pero no pude desviar la mirada. Cuando mi hermana entró a mi cuarto, yo seguía sentada sobre la cama, en la misma posición que había tomado desde que llegué.

—¿Deva? —susurró con un tono cálido mientras se iba acercando a donde yo estaba.

La forma en la que pronunció mi nombre me sacudió por dentro. Logré desviar la atención de aquel punto y miré sus ojos preocupados. Y antes de que consiguiera sentarse a mi lado, aquellas agujas que habían estado reteniendo el dolor en mi tripa se desvanecieron y, como una marea revuelta, la angustia fue subiendo hasta acumularse en mi rostro. Por fin logré llorar y Petra, mirándome paciente, puso su mano sobre la mía cuando logró acomodarse en mi cama.

Me dejé caer sobre su pecho, el cual guardaba una respiración acelerada, y comenzó a acariciarme el cabello. Se habían cambiado por primera vez las tornas, ahora era ella la que me estaba cuidando a mí.

—¿Qué ha pasado? —me preguntó cuando mi llanto se hizo más leve.

Volví a sentarme y sequé mi rostro, ahora humedecido por la sensación de culpa que me presionaba el torso. Tomé varias bocanadas de aire, porque sabía que, si no lo hacía, no lograría pronunciar más de dos palabras seguidas.

—La besé...

—¿Cómo? —su incredulidad habló.

—¡Que la besé! —subí el tono y, con ello, brotaron más lágrimas de mis ojos.

—¿A Ofira?... Pero si eso es genial —cambió la expresión de su cara.

Empecé a sentir cómo mi pecho empezaba a acumular calor, pero de la rabia.

—¿Cómo que genial? No lo es, Petra —hice mi molestia evidente.

—¿Por qué no?

Se la veía bastante confundida, seguramente porque para ella mi reacción no casaba con la de alguien que acababa de besar a la persona de la que estaba enamorada.

—Sigo prometida. Acabo de engañar a Silas y ¡mierda!, él no se merece algo así.

La ira ya no era por lo que me había dicho mi hermana. Ahora el odio era hacia mí misma, no comprendía cómo había sido capaz de haberle hecho aquello a una persona que seguía siendo tan importante para mí.

Las letras de DevaWhere stories live. Discover now