🍎𝖢𝖺𝗉í𝗍𝗎𝗅𝗈 42

7.9K 534 343
                                    

ADÁN

-Murió por demasiada pérdida de sangre. Nuestras mayores condolencias señora Avenel.

-No se preocupe, no creo que tampoco hubiese vivido con dos disparos cerca del corazón — agrego mi madre — hicieron lo mejor que pudieron.

Ante la voz aterciopelada de la dulce mujer, hice el intento de despegar mis parpados, viendo puntos blancos moverse de un lado a otro. Todavía me sentía mareado y el dolor en todo mi cuerpo se había intensificado tres mil veces más que antes de caer en la inconciencia.

- ¡Adán! — chillo mi madre y luego escuche a sus tacones encaminarse rápidamente — ¡Adán estas despertando!

-Mamá estás viva — murmure en cambio, con la voz ronca y pesada, seguía parpadeando para acostumbrarme a la fuerte luz de la habitación.

-Estoy aquí hijo — su amoroso tono me envolvió en una calidez que no había sentido desde que era un niño — nunca más me veras ir.

Me dio un tierno beso en la frente y sus dedos los paso delicadamente por mi cuero cabelludo.

Una vez recuperada mi visión, la vi. Vi con mis propios ojos a mi madre con vida, y ser testigo de su enorme sonrisa, llena de honestidad y alivio, no tuvo precio. Todo lo que habíamos pasado anteriormente se sintió borroso. Es como si la muerte de mi padre nos hubiera liberado de una carga maliciosa que hostigaba nuestros corazones e impedía que tengamos una relación más estrecha.

Los grandes ojos grises de mamá brillaban de tanto amor al verme que temblorosamente le sonreí como hace mucho no lo hacía, su largo cabello caía como una cortina sobre su rostro alargado, dándole un aspecto suave y angelical. Trayendo una sensación de paz consigo.

El señor padre había arruinado tanto. Arruino a mi familia. A mi madre, la había golpeado no solo físicamente, también se encargó de lastimarla por dentro. Haciéndole creer que era tan inferior a todos. Su muerte no podía valerme menos que un ligero pellizco.

¿Acaso debería sentirme mal? ¿Llorarle? ¿Pedirle al cielo que me lo devuelva? Estaba seguro que donde estaba, está bien. Lejos de nosotros. No valía la pena derrumbarme por alguien a quien nunca le importamos y no nos valoró cuando estuvo en vida.

- ¿No lograron hacerte ningún rasguño madre? — le pregunte dándole un observatorio de pies a cabeza que, por suerte, se ve limpio, sin ningún indicio de maltrato.

-No hijo, estoy bien — sonríe todavía más, si es posible, y ahueca mi mejilla — yo soy la que tiene que preocuparse por ti, no al revés.

Y sin esperármelo rompe a llorar. Se derrumba en mi pecho.

-Perdóname por no cuidarte de pequeño ... por no darte la familia que debía darte Adán — con dificultada llevo mi mano a su espalda y se la froto intentando aliviarla — me menosprecie con tu padre y al hacerlo te menosprecia a ti .... viste tantas cosas ... perdóname hijo ...

Empiezo a respirar con irregularidad y mi visión se torna nublosa, esta vez sé que no me voy a volver a desmayar, es otra cosa. Algo más profundo y que lleva enterrado durante mucho tiempo en mi pecho, sin liberarse.

Tristeza.

Lágrimas calientes y espesas se deslizan por mis mejillas y mi madre silenciosamente las limpia. Estoy llorando. ¿Qué es más desequilibrante que eso? Nada. Mi alma estaba hueca y vacía durante tantos años que sentir esta tristeza por lo que ocurrió en mi familia es impropio.

Mi madre sigue disculpándose, sin responderle asiento a cada cosa que dice asimilando el sabor de mis lágrimas saladas. Mierda, paso tanto desde que lloré desconsoladamente.

SOMÉTETE A LAS TINIEBLAS✔Where stories live. Discover now