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Vivir con depresión no es lo que todos piensan.

Vivir con depresión no es solo llanto, tristeza y sueño. No es algo que publicas en tus redes sociales como un logro, no es lindo, no es estético, ni mucho menos deseado.

Vivir con depresión es no saber quién eres en realidad, es un vacío en el interior que no se llena con nada del mundo, es no poder ver la luz del día, incluso si ésta ilumina a toda la ciudad. Es esperar algo que nunca llega, es querer ignorar los pensamientos negativos, los escenarios ficticios y las canciones con letras sombrías, pero no poder hacerlo. Es melancolía, desesperanza, es no querer despertar en las mañanas, pero tener que hacerlo de igual manera.

Son miles de heridas sin sanar.

Donghyuck ha tenido que aprender a vivir con todo ello, y vaya que le ha costado. Siente que nunca acaba, que está en una pesadilla donde da un paso y retrocede diez. Es desesperante y le asusta en demasía.

Porque en más de una ocasión, especialmente en su estancia en el hospital, se ha hecho muchísimas preguntas, de las cuales, no sabe si quiere tener la respuesta, pero las necesita. Un claro ejemplo es: ¿Voy a estar siempre así? Y es la peor, le aterra tanto que por las noches no puede dormir y le tiene que pedir por favor a las enfermeras que le inyecten algo para así cerrar los ojos. Aunque sean cinco segundos de plena oscuridad.

Para Donghyuck es una lucha constante, una guerra donde está perdiendo todo lo que alguna vez le acompañó. Pero no pelea contra la depresión, el llanto que sale sin siquiera esforzarse o contra los pensamientos intrusivos que siguen allí sin importar qué.

Pelea contra sí mismo.

Y cuando le dieron el diagnóstico de los miles de test psicológicos a los que se vio sometido luego de su intento de suicidio... No supo si sentir terror o alivio.

Suena tonto, lo sabe muy bien, pero ciertamente, de alguna manera, le hace sentir bien saber que todo lo que su cabeza le hizo creer y hacer, era por un trastorno y no porque había perdido hasta la última pizca de cordura. Es reconfortante en el aspecto más enfermizo posible.

Aunque, sin duda alguna, la parte de su proceso que le costó tanto como respirar bajo el agua, fue hablar con sus padres. Si le costaba verlos a los ojos, cruzar palabras era como estar pagando un pecado en el mismísimo infierno. Y Donghyuck ni siquiera podía dudar de que así fuese, porque los había tratado tan mal, había sido tan egoísta y había estado tan sumergido en su dolor que en ningún momento, ni siquiera por un segundo, se detuvo a pensar en lo que ellos estaban sintiendo. Se merecía la vergüenza que le generaba verlos.

Pero tarde o temprano tendría que sacar todo de su interior, sus penas, los lamentos y lo que le atormenta por las noches.

Parece que sería ese día.

─No me siento nada bien, ¿si? ─dijo con la voz rota y los ojos comenzando a picarle─. Yo solo...

Taeyong era el único que le estaba viendo a los ojos. Le dolía ver a su hijo así, pero no se atrevía a perderlo de vista. No otra vez.

─Quieres morir ─completó por él.

─Sí, quiero hacerlo. Y lo lamento porque suena horrible, pero no puedo mentir de esta manera, no puedo engañarlos, no puedo sonreír y fingir que todo está bien. Cuando es un hecho de que hace muchísimo dejó de ser así.

Ambos se encontraban de pie a cada lado de la camilla, quietos como rocas y en completo silencio. Donghyuck podía levantarse de ésta, podía caminar por el hospital y visitar el gigantesco jardín que fue hecho únicamente para los pacientes, pero su cuerpo ni eso quería. Se quedaba acostado todo el día, usaba su celular unos cortos minutos, los suficientes para que su cabeza no comenzara a crear nuevos y peores pensamientos intrusivos, y el resto del tiempo, se quedaba viendo el techo, contando números, recordando historias de niño y repitiendo escenarios que debería borrar por el bien de su salud mental.

Stray BabiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora