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Habían sido mucho más que palabras vacías, Donghyuck lo sabía.

Sus piernas temblaban y la brisa marina ya no era suficiente para calmar el calor en sus mejillas y el rojo que se había extendido por todo su rostro. Mojó sus labios incontables veces y en su mente repitió ejercicios de respiración que no funcionaron del todo. Estaba muy avergonzado, pero también algo ansioso.

─¿E-en serio? ─le preguntó con voz tímida y vacilante.

No tiene ni la menor idea de en qué momento de su vida se había convertido en un chico tímido, temeroso e inexperto. Como si todo lo que vivió en sus veinte años de vida hubiese desaparecido, como si nada hubiese existido antes de su intento de suicidio.

Porque Donghyuck no es tonto y cree conocer a Mark Lee también, sabe de lo que habla. Sabe muy bien lo que insinuó. Y aunque tiene bastante claro que es incorrecto porque no debería estar mezclando sentimientos en su estado tan lamentable, fue imposible no sentirse emocionado por algo que ni siquiera había sucedido aún. No podía solo ignorar las cosquillas en su estómago y la manera en que su cuerpo reaccionó por sí solo.

─¿Dudas de ello?

La voz de Mark se escuchaba ronca y Donghyuck no se podía imaginar el porqué. No lo vio bebiendo ni tampoco lo escuchó cantar a todo pulmón como hizo el resto de los chicos. De todas maneras, fue fascinante.

Fascinante como se le pusieron los pelos de punta con una corta y simple pregunta.

─No lo sé... ─y con todo el nerviosismo en su interior, decidió seguir el juego, sabiendo de antemano que iba a perder─... Ha pasado un tiempo...

Mark alzó las cejas y sonrió para sí mismo. Era justo lo que deseaba escuchar. No dijo ninguna palabra más y se levantó del tronco bajo la atenta y curiosa mirada de Donghyuck. Lo vio arreglarse el pantalón y parte de su camiseta arrugada y con un poco de arena.

El cosquilleo en su estómago se intensificó, de tal manera que ya no pudo quitarle los ojos de encima. No podía ni tampoco quería. La sensación en su cuerpo es de su completo agrado, hasta el momento no ha encontrado nada que pueda igualarse a eso. Y es bastante gracioso, pues Mark Lee realmente no está haciendo nada fuera de lo común, nada que otro chico no pueda hacer y aun así tiene a Donghyuck babeanfo como a un adolescente de dieciséis años.

Le gusta porque se siente vivo.

Mark acabó de arreglar su ropa y bajó la mirada hacia él.

─¿No vienes? ─con la mano extendida hacia Donghyuck, esperó con todas sus fuerzas no fracasar o iba a caer en un profundo hoyo de lamentos.

Lamentos que probablemente escucharían sus padres estando en la ciudad, a muchísimos kilómetros de distancia.

Donghyuck miró hacia la mano en frente y luego hacia el rostro de Mark Lee. Él sigue teniendo esas estúpidas ojeras que nunca ha podido quitarse, porque Mark es el tipo de persona que puede dormir por horas, pero en realidad no descansa. Siempre hay algo en su cabeza que lo persigue hasta en los sueños.

Y Donghyuck no quiere averiguar de qué se trata esta vez. No quiere que sea su nombre el que pronuncie con enfado y cansancio.

No obstante, todo lo contrario a sus pensamientos, su mano se eleva lentamente, hasta tomar la de Mark con timidez y un temblor que no pasó desapercibido para el chico mayor, pero que le hizo sonreír de lado. Una mezcla de ternura y victoria.

Se levanta del tronco con un suave tirón, sus piernas también tiemblan, pero no le impiden caminar detrás de Mark con la cabeza inclinada hacia abajo. Está totalmente seguro de que nadie los ve, porque algunos seguían compitiendo para defender su orgullo y dignidad, mientras que otros ya se habían ido a la cama, demasiado cansados como para quedarse a ver escenas que ya han presenciado antes y que no son ninguna novedad.

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