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Es realmente curioso como la vida completa puede cambiar en un segundo.

Si hay algo que un adolescente promedio no conoce, definitivamente es vivir sus etapas como debe y de la manera más sana posible. Lamentablemente, la sociedad se ha encargado de romper a muchos, en especial con el falso e inalcanzable estereotipo de adolescente promedio. Porque en serio no es fácil ser bonito, delgado, capitán de algún deporte, y además, aplicado en un sistema educativo al que no le interesa que los jóvenes aprendan más allá de memorizar un par de cosas y resolver ejercicios matemáticos que no podrán resolverle la vida en un futuro.

Lee Felix es de los pocos a los que la sociedad no acabó de marchitar. Al menos, no del todo. Y sí, es probable que haya intentado ser como los modelos de revista en más de una ocasión y también es muy probable que su autoestima constantemente sea un sube y baja inestable, pero más allá de eso, él ha vivido sus etapas como debía.

Por supuesto, esto no quita que Felix cumpla medianamente con estos estereotipos, sin embargo, sabe que es el "chico correcto" de su grupo de amigos porque su personalidad es así y no para ser un falso angelito.

Quizás puede ser por la misma razón que la sociedad se apiadó de él al momento de repartir los traumas en cada adolescente del mundo. Quizás es porque Felix nació como el hermano menor y era de esperarse que lo protegerían de la maldad, la envidia y evitarían exponerlo a situaciones que dañaran su integridad. Quizás es porque tuvo una niñez bastante buena y nunca necesitó más de lo que le dieron.

Aquélla es la primera vez que Lee Felix experimenta el dolor como debe ser.

Sus piernas dolían de tanto correr, sabía que detrás venía el otro chico, intentando ir a su paso, pero no le prestó ni un poco de atención. No le interesó su preocupación, realmente nunca lo hizo. No del todo.

─¡Felix, espera un momento!

Poco a poco comenzó a ver el gigantesco hospital de Seúl en el centro de la ciudad. Debió sentirse aliviado por dar con su paradero tan pronto, pero en realidad, se sentía tan ansioso que podría gritar en mil idiomas y maldecir en lengua de señas. El corazón le latía en el pecho con tanta rapidez que ya comenzaba a sentirlo en su garganta, amenazando con salir de su caja torácica y dejarlo tirado en el piso.

De todas maneras, ¿para qué más podía usarlo? Si su propia vida dependía de otra, y si ésta no estaba... Entonces Felix no necesitaba nada mundano que tarde o temprano tendría que acabar.

Subió las escaleras como si fuese bueno ejercitando su cuerpo, como si no le estuviese faltando la respiración porque sus ojos se encontraban aguados y le dolía todo dentro de él. Escalón por escalón, rezando a todos los dioses que lo ayuden por una vez más e imaginando mil escenarios, que esperaba, no se puedan cumplir.

─¡Felix! ─su cuerpo fue detenido por dos grandes manos en sus hombros. Felix tembló instantáneamente, aunque no sabía muy bien la razón.

Christopher lo estaba mirando con preocupación. Su cabello alborotado con unos cuántos mechones pegados en su frente debido al sudor, ropa desordenada y las mejillas rojas.

─Felix...

─Esto está tan mal.

Él alzó las cejas, no entendía qué estaba sucediendo.

Ambos habían ido a la plaza más cercana al bar, Felix se sentía ahogado y lo escuchó balbucear palabras incoherentes. Era una mezcla entre pesadumbre y desagrado. Entonces, algo muy extraño sucedió, pero no alcanzó a concluirse, porque una llamada los interrumpió.

Fue en un pestañear, en un abrir y cerrar de ojos, en un suspiro que el ambiente a su alrededor cambió. La piel de Felix se había puesto de un tono tan pálido que creyó estar viendo a un fantasma, le dedicó una mirada asustada, similar a la de un niño yendo a la cama luego de ver una película de terror, y cuando menos se dio cuenta, echó a correr hacia el hospital de Seúl.

Stray BabiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora