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Cuando las guerras abrazaban las naciones y amenazaban con destruir la estabilidad con las espinas de sus rosas, los jóvenes eran obligados a asistar para defender su país y también honrar a sus respectivas familias. No habían opciones, no habían futuros brillantes.

Eran enviados a morir.

Changbin sabe que su historia no podría dar una vuelta tan drástica como para acabar en la guerra, no se imagina tomando un arma y acabando con la existencia de otro ser humano porque así se lo ordenan de más arriba. Porque es matar o que lo maten. Sin embargo, vistiéndose con dificultad en su habitación de hospital, repitiendo palabras en su cabeza que le costaba pronunciar y observando la hora en el reloj colgado en la pared, se sintió como si estuviese a punto de partir al combate.

Le duele el pecho y sabe que es miedo, Changbin creció con el miedo corriendo por sus venas como si fuese una vitamina que necesita para vivir. Y es cierto, no es malo tenerlo, porque el miedo nos hace humanos, pero el problema viene cuando es tan grande que impide dar pasos hacia la luz. Cuando todo se resume al terror de ser abandonado, a equivocarse, a fallar...

Siempre estuvo atado.

Y como dicen por ahí, el que no se mueve no escucha las cadenas.

Jaemin entró minutos después de que acabó de vestirse, estaba sonriendo, aunque las ojeras bajo sus ojos y la hinchazón en éstos no lo había disimulado muy bien. Estuvo llorando, y probablemente, hasta muy tarde.

─Te dije que iba a acabar cuando menos te dieras cuenta ─fue lo primero que dijo, mientras le extendía su chaqueta y lo ayudaba a ponérsela.

─No ha acabado aún.

─Pero cada vez estamos más cerca...

Changbin suspiró y se agachó con cuidado para atar los cordones de sus zapatillas. Era extraño, porque su cuerpo lo había olvidado, pero su cerebro lo recordaba a la perfección. Una acción muy simple que no logró realizar. Jaemin se dio cuenta de esto y también se ubicó en cuclillas para hacerlo él mismo.

─¿Estamos?

Se levantó, ayudándolo en el proceso. Changbin se había cansado con algo mínimo, así que tuvo que apoyarse en su mejor amigo para respirar.

─Sí, estamos ─Jaemin lo sujetó de sus brazos y le acaricio la espalda─. Porque tus problemas son míos y los míos... También son míos ─rió, su sonrisa de conejo iluminó la oscuridad y amargura del hospital─. Estamos juntos en esto, Binnie.

─¿Y si no quiero que sea así?

─De todas maneras, no te pregunté si querías o no.

Changbin lo miró por unos largos segundos, hasta que soltó un último suspiró y sonrió con suavidad. Jaemin no le había quitado los ojos de encima, tampoco detuvo las caricias en su piel, ni mucho menos dejó de sostenerlo.

Durante años tuvo una idea muy errónea del amor. Creía que el amor era pasión en todo momento, si no te hace temblar el maldito piso, entonces no es real. Y estuvo demasiado equivocado, buscando donde no debía y refugiándose en brazos que no eran estables, porque realmente nada lo es cuando se encuentra en un terremoto constante. Seo Changbin creyó que el amor era dolor y angustia, pero todo ese tiempo estuvo muy equivocado.

Stray BabiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora