-Querida enfermedad-

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Desprevenido me agarraste,
me diste de tu dulce miel,
y contigo me quedé
porque el veneno se sentía bien.

Me consumiste poco a poco
y yo te dejé destruirme.
Guardé uno a uno
los halagos que me diste.

Mi vista volviste negra,
el nudo de la venda hizo sangrar mi nuca.
Llorando te esperaba
porque la sangre estaba más fría que nunca.

Me hiciste odiarme cual enemigo,
te burlabas de mí y de mi reflejo,
me diste más de tus desgraciados consejos
y yo los seguí junto a mi desconsuelo.

En el suelo me encontraron,
frío y carcomido por la manía.
A ti te culparon,
pero los dos sabiamos que la culpa era mía.

Poesía y cuentos cortos - AntologíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora