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[...]
Dahyun.
Me quedé estática frente a la puerta abierta mordiendo mi labio inferior con fuerza.
Si tan solo no me habría esforzado en llegar tan temprano para dejar la notita en la que indirectamente me declaraba a ella.
Si tan solo hubiera hecho caso a Jennie cuando me dijo que fuéramos a entrenar con las porristas.
Si tan solo hubiera llegado unos minutos después.
Si tan solo no me hubiera enamorado de mi maestra, si tan solo no hubiera dejado entrar esos sentimientos en mi, todo sería diferente.
¿Por qué no la seguí odiando?
La notita yacía arrugada en el suelo por mi a causa de la imagen tan desagradable frente a mi.
Retrocedí dos pasos de la puerta cuando estás se dieron cuenta de mi presencia, ella sabía que las había visto.
Sus ojos se abrieron como platos cuando cayó en cuenta que yo estaba ahí, que no era su estúpida imaginación.
—Dahyun...— dijo mi nombre olvidándose completamente de la chica que sostenía su cintura.
—Carajo, lo siento. No diré nada al respecto.— dije atropelladamente con un ligero nudo en mi garganta. No sabía de dónde había sacado el valor para hablar.
Retrocedí al momento en el que Nayeon se safo del agarre de Bleir y se encamino a mi con una cara ¿Preocupada? ¿Arrepentida? No sabría decirlo, pero salí corriendo antes de que se acercara más a mí.
Corrí por los pasillos escuchando cada vez más lejos el grito de mi maestra. Tal vez lo mejor era mantener la distancia como ella lo había estado haciendo todo este tiempo.
Estaba sobrepensando todo. Mi mente la jugaba en mi contra una vez más y era la peor sensación que un ser humano podría experimentar.
