Capítulo 1

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–No quiero esta misión.

–No tiene elección.

–Ni siquiera pertenece a mi campo. –La voz de la mujer era profunda y enérgica y, en ese momento, estaba a punto de perder el control. Tenía los ojos de color gris invernal, terriblemente fríos–. Soy una investigadora, no una maldita niñera.

–La ha seleccionado el consejo de seguridad. Piensan que es usted la mejor para dirigir el trabajo. –El director adjunto, Dong Youngbae, la contempló impasible. Esperaba aquella reacción. Se trataba de una veterana agente de campo con más de una década de experiencia y de una persona muy eficiente, a pesar de los últimos acontecimientos. Podría haber optado a un puesto de directora adjunta si hubiese aprendido a seguir el juego. Esa idea casi lo hizo sonreír. No parecía muy probable.

–Con el debido respeto, señor, soy una agente veterana. Tengo derecho a decir algo con respecto a mis misiones.

Tenía razón; los dos lo sabían. Observó en silencio a la agente, alta, esbelta y de cabello oscuro. Estaba más delgada que la última vez que la había visto y había más dureza en sus ojos oscuros. Ella lo miró con un desafío apenas disimulado y una oleada de furia a punto de estallar. La carpeta que se hallaba sobre la mesa contenía el informe de servicios de la agente, y él se lo sabía de memoria. Era impecable y ejemplar en todos los sentidos. Relataba los hechos cruciales, pero no contaba nada sobre la historia. Nadie llegó a saber la historia completa y no se sabría nunca, porque ella no iba a hablar y tampoco querían que lo hiciera.

Todos deseaban que las cosas siguieran como siempre, y su trabajo consistía en procurar que así fuera.

–La orden ha sido clara –dijo Youngbae en tono cansino–. La decisión no es negociable.

–Cualquier novato podría hacerlo –repuso, con los dientes apretados.

«Te equivocas, y supongo que lo descubrirás bastante pronto.»

–¿Es una especie de castigo? – Rozaba con la insubordinación. Lo sabía y no le importaba. Ya nadie podía causarle más daño, a no ser que la enterraran en una gilipollez de trabajo como aquél. Necesitaba una misión sobre el terreno, algo que consumiera sus energías, que absorbiese su mente y borrara sus recuerdos–. Un poco tarde para eso, ¿no cree?

–La mayoría de la gente lo consideraría un puesto de primera.

–No la gente como yo. –Se rió con crispación–. ¿Es la herida? ¿Creen que no estoy preparada para el servicio real?

–¿Lo está?

–Claro que sí. Me han dado de alta en la rehabilitación. He superado la evaluación psicológica obligatoria. –Su pierna no estaba completamente bien, no podía dormir y la dominaba una sensación de vacío, pero él no tenía por qué saberlo–. Estoy lista.

–Estupendo. Me alegra oírlo. Empieza mañana. Le sugiero que eche un vistazo a los informes del oficial al cargo antes de ir a Seúl.

–Maldita sea, Dong. ¡Sabe muy bien que no merezco esto!

–No depende de usted, agente. Eso es todo.

Cuando ella se volvió para marcharse, rígida de rabia, él sintió una oleada de compasión. Verdaderamente merecía algo más que una misión que parecía un descenso. No dudaba de que la agente lo haría muy bien, como siempre. Pero se preguntaba dónde descargaría ella su furia.


*****


–La cabina siete está libre – informó el supervisor de armas de fuego.

Ella asintió, cogió unos protectores de oídos y recorrió la pequeña oficina hasta el largo pasillo al que daban los puestos individuales para disparar. Vestía una camiseta gris y los pantalones de chándal azul marino con los que había hecho dos horas de ejercicio en el gimnasio, y el sudor humedecía la espalda de la camiseta. Llevaba una bolsita con su automática de servicio y las municiones. Sin mirar a los lados, se dirigió rápidamente hacia el estrecho recinto acristalado. Había una hilera de botones para escoger el tipo de blanco y la distancia. Empezó con una figura humana normal a media distancia y disparó un cargador a buen ritmo, alternando los disparos en la mitad del pecho y en la cabeza. A medida que apretaba el gatillo, su mente se iba vaciando de emociones, hasta que lo único que sintió fue el retroceso del arma y los latidos acompasados de su corazón. Cuando lentamente se fue calmando la rabia producida por una misión que no quería desempeñar y no podía evitar, alejó el blanco quince metros. La precisión exigía una concentración mayor y, cuando comenzó a disparar ráfagas más rápidas y cerradas, los omnipresentes vestigios de la añoranza y la pérdida se extinguieron poco a poco.

명예 // 1Where stories live. Discover now