Capítulo 9

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–Sí.

–Nuestra Jimin  es toda una experta, ¿lo sabía?

–No me sorprende –comentó Minjeong–. Tiene mucho talento.

–Le gusta esquiar en las pistas sin marcar. Se arriesga mucho.

–No lo dudo.

Yerin estudió los oscuros ojos grises en busca de un significado oculto. Que ella recordase, nunca había conocido a nadie tan inescrutable. Y no porque la agente fuera fría. Irradiaba vigor, exhibía una abrumadora confianza en sí misma y parecía afrontarlo todo con intensidad. Aunque su cuerpo esbelto y de músculos firmes y su pícara belleza hacían que Kim Minjeong resultase enormemente atractiva, no se trataba de una cuestión de atracción física. Aquella mujer parecía un hervidero de promesas, la promesa de la pasión, algo que Yerin deseaba experimentar a toda costa. Pero, como había supuesto, no descifró nada en la expresión de Minjeong. «¿No hay nada que quiebre su compostura?»

–Sí, Jimin es una mujer con muchas habilidades ocultas. –Yerin se apoyó en el hombro de Minjeong mientras se ceñía el cinturón–. Aunque no se molesta en esconder algunos de sus intereses. No me cabe duda de que lo ha notado.

Minjeong no pensaba hablar de Yu  Jimin con Yerin ni con ninguna otra persona.

–¿Cómo va la galería? Espero que resulte un buen negocio.

–Ah, ya entiendo –murmuró Yerin, aprovechando para apretar el pecho contra el brazo de Minjeong–. Nuestra Jimin es zona prohibida. Aunque a mí me parece estupendo. Me interesa mucho más usted.

Minjeong se rió ante la insistencia de la mujer. Costaba trabajo enfadarse con alguien que declaraba tan abiertamente sus intenciones. En otro lugar o en otro momento no lo hubiera resistido. Le impedía responder una combinación del pasado y su extraña indiferencia presente. Carecía de capacidad para mantener una relación íntima o un compromiso coherente. Durante los meses posteriores a la muerte de Ningning no había podido tocar a una mujer, ni siquiera superficialmente. La relación impersonal con Sinb satisfacía sus necesidades físicas y se contentaba con eso. Funcionaba y podía trabajar, que era lo único que quería. Se apresuró a disipar los recuerdos y advirtió:

–Me temo que voy a decepcionarla.

–Oh, lo dudo mucho.

–Me siento halagada... –empezó Minjeong.

Yerin se rió.

–Por favor, comandante. No hace falta que me explique las numerosas razones por las que usted cree que es inabordable. Me sobra paciencia y me gusta la caza. Si no, ¿Dónde radica el placer de ganar?

Minjeong sacudió la cabeza y sonrió a aquella mujer sofisticada y segura de sí misma que estaba a su lado.

–Entonces no diré nada más.

–Bien. –Yerin rodeó la muñeca de Minjeong con sus dedos largos y elegantes, y le dio un suave apretón antes de retirarlos–. Sería en vano.

Ambas se acomodaron en sus asientos para el despegue. Jimin las observaba desde el asiento del pasillo, una fila detrás. Conocía muy bien la táctica de Yerin. La conocía desde niña y había presenciado sus numerosas conquistas, pero por primera vez le importaba el resultado que consiguiese. La imagen de la mano de Yerin sobre el brazo de Minjeong había provocado una reacción que no podía ignorar.

Odiaba la idea de que Yerin tocase a Minjeong, pero aún le resultaba más dura de aceptar la posibilidad de que Minjeong le devolviese las caricias. Instintivamente, sabía que Kim Minjeong no haría el amor con una mujer casualmente. Aunque no podía suponer hasta qué punto ese hecho condicionaba la vida de ella.

명예 // 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora