Capítulo 11

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Mientras esperaba un vuelo en la terminal, marcó un número conocido de Busan y concertó una cita con la que constituía la única esperanza que tenía de arrancar a Jimin de su pensamiento.

–Oh, Dios... No puedo –exclamó Minjeong con voz entrecortada–. Lo siento... Quiero hacerlo, pero... no puedo.

La rubia alzó la cabeza y contempló el torso de Minjeong.

–Tu cuerpo no me dice eso.

–Estoy cansada –suspiró Minjeong, con un agotamiento no sólo físico–. Demasiado cansada.

–No hace falta que hagas nada. – Sinb apoyó la mejilla en el muslo de Minjeong, mientras con una mano acariciaba el interior de sus piernas–. Además, aún no he terminado.

–Creo que yo sí. No es culpa tuya. –Minjeong acarició con los dedos el cabello que caía sobre la nuca de su visitante y la arrastró ligeramente–. Tiéndete a mi lado.

Sinb se deslizó entre las piernas de Minjeong, se levantó y se apoyó contra su cuerpo. Su cabeza descansaba sobre el hombro de ella. Puso una mano sobre el estómago de Minjeong y lo acarició en círculos. Casi nunca habían estado de aquella forma, tan cerca y durante tanto tiempo. Existía una intimidad nueva entre ellas, maravillosa y temible a la vez. Los límites entre el negocio y el afecto se habían borrado tiempo atrás, pero hasta entonces Minjeong había mantenido la relación bajo control. Algo había cambiado, y había sido la clienta de oscuros cabellos. Había caído una barrera y la mujer cautelosa de antes había quedado al descubierto y resultaba aún más deseable, si cabía.

Sinb apretó los labios contra el hombro de Minjeong.

–Déjame. Lo necesitas.

–No. –Minjeong se apartó tras besar a Sinb en la frente y dijo–: Déjame que te haga el amor.

–No se trata de eso –protestó Sinb amablemente, temerosa de la pena que sentirían a continuación las dos–. No tienes por qué hacerlo.

–Necesito hacerlo –insistió Minjeong. Era la primera vez que lo sugería. Deseaba tocar a alguien, necesitaba saber si aún podía–. Después de todo este tiempo, quiero devolverte algo.

–Pues abrázame –pidió Sinb, que entendía lo que Minjeong no había dicho. Sabía que pretendía algo más que darle las gracias: iba a decirle adiós, lo supiese o no. A lo largo de los años había vivido muchas despedidas. Pero aquella resultaría la más dura–. Abrázame. Es lo único que deseo.

–Puedo hacerlo –murmuró Minjeong, con los labios sobre la sien de Sinb. La meció, cerró los ojos y procuró dejar la mente en blanco. Intentó no pensar en la furia y la confusión que sentía cuando se imaginaba a Jimin haciendo el amor con otra desconocida. Trató de ignorar los celos, a sabiendas de que no tenía derecho a ellos. Procuró pasar por alto el simple hecho de que deseaba que fuese Jimin la mujer a la que acariciaba y que estuviese a su lado por la noche. Suspiró y acarició el brazo de Sinb con las yemas de los dedos.

Sinb oyó los firmes latidos bajo la mejilla mientras deslizaba los dedos sobre la piel encendida de Minjeong. Con suavidad, siguió el perfil de las costillas y las caderas, acarició la ligera curva de la parte inferior de sus pechos y puso la palma de la mano sobre los firmes músculos del estómago. No se apresuró. El amanecer marcaría el final.

Minjeong se relajó lentamente bajo las generosas caricias. Luego, la conciencia de la respuesta de su cuerpo a la atención de Sinb eclipsó sus pensamientos. Sintió un cosquilleo en la piel, los músculos de sus piernas se tensaron y sus caderas se movieron con cada caricia sutil. El clítoris volvió a hincharse anticipadamente. En esa ocasión, la urgencia había desaparecido y se permitió el lujo de aceptar el placer. Un único punto de sensaciones barrió su mente, que se centró en la presión pulsátil entre sus piernas.

명예 // 1Where stories live. Discover now