Capítulo 16

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Minjeong la observó con cautela, pero no pudo descifrar su expresión.

–Extraoficialmente se supone que me encuentro aquí para vigilarte.

–Pues tus métodos resultan muy poco ortodoxos, sin duda. –Jimin se rió, aunque había tensión en su voz. Cruzó los brazos sobre el pecho, pues de pronto se sintió desnuda–. Claro que no me quejo.

–Ven –dijo Minjeong y extendió la mano–. Les dije que no lo haría.

Incapaz de permanecer alejada de ella, Jimin se sentó en el borde de la cama y descansó la mano, con gesto posesivo, sobre el muslo de Minjeong.

–¿Por qué no?

–Porque Daniel es una buena persona y me consta que sabe hacer su trabajo. –Minjeong se llevó la mano de Jimin a los labios y besó los dedos. Luego le dio la vuelta a la mano y apretó los labios contra la palma de ella–. Y porque te respeto y sé la poca intimidad de que disfrutas.

–Pero anoche fuiste al bar – comentó Jimin en voz baja.

–No por trabajo. –Minjeong la arrastró hacia la cama y la abrazó–. Asunto personal.

Jimin cerró los ojos, asustada ante lo mucho que deseaba oír aquellas palabras.

–¿Cuánto de personal?

Minjeong la abrazó más fuerte, apoyó la mejilla sobre la cabeza de Jimin y respondió, con voz ronca:

–Tan personal como esto.

Después del desayuno Jimin se quitó la ropa de Minjeong que se había puesto. Le gustaba sentir los chinos usados sobre su piel desnuda: era casi como si Minjeong la tocase. «Dios, te encuentras muy cansada. Y es un problema que estés aquí.»

De pronto, sin saber qué hacer, se detuvo en medio de la suite del hotel y contempló a Minjeong en silencio, mientras acababa de vestirse. No podía recordar la última vez que había hecho el amor con una mujer y se había quedado con ella hasta la mañana siguiente. Aún le parecía increíble lo que había pasado entre ellas. Resultaba perfecto, aunque veinticuatro horas antes pensaba que nunca volvería a verla. Había retirado a Minjeong del equipo llena de decisión, porque no podía estar cerca de ella sin quererla, cosa imposible. Y aún peor, no podía soportar la idea de que volviesen a herir a Minjeong por su culpa. Eso la destruiría.

–¿Y ahora qué sucederá? – preguntó Jimin, sumida en la incertidumbre.

A Minjeong se le ocurrieron un montón de respuestas, pero, con un suspiro, decidió que sólo serviría la verdad. Se enfrentó a la mirada interrogadora de Jimin sin rodeos.

–Dentro de unos días volveré a Seúl y después iré a Busan. Tú seguirás siendo la hija del Presidente de Corea del Sur. No creo que podamos decir mucho sobre lo que va a pasar a continuación.

–Tengo derecho a mi vida –repuso Jimin, cuyos ojos azules se habían ensombrecido de forma peligrosa.

–No soy agua pasada –dijo Minjeong. Se acercó a ella y la abrazó por la cintura. Acababan de hacer el amor. No podía fingir que no significaba nada y tampoco ocultarlo detrás de su placa y del protocolo que afectaba a Jimin. La gente siempre le había hecho lo mismo–. Me parece que no debería decir esto, pero deseo volver a verte.

–Dará de qué hablar –señaló Jimin. «Dios, los medios de comunicación se pondrán histéricos si se sabe.»

–Ya lo sé –admitió Minjeong–. A menos que me destinen a tu equipo de seguridad, cualquier relación entre nosotras se hará obvia o, como mínimo, sospechosa.

–No –dijo Jimin rotundamente. Se desentendió del abrazo de Minjeong y se apartó. Había muchas razones que convertían aquella solución en insostenible para ella, y una de las más importantes era que sabía cuánto influiría sobre Minjeong el conflicto profesional–. No te quiero en mi equipo.

명예 // 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora