Capítulo 13

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«Vamos, vamos... Sí, ya está... Diga a la sala de operaciones que subimos..., venga.»

Daniel se derrumbó, aliviado, cuando todo el equipo pasó corriendo por su lado. Tras tomar aliento durante un segundo, los siguió. Nada más entrar en la sala de espera se detuvo en seco, con una expresión incrédula. «Que me digan que no es cierto lo que veo.»

–¿Cómo está? –preguntó Jimin, que se dirigió a Daniel flanqueada por Chaeyoung y Grant–. ¿Puedo verla?

Daniel, atónico, olvidó la diplomacia.

–Esta área no es segura. No puede permanecer aquí –gritó.

–Estoy aquí y no pienso irme. – Jimin respiró a fondo. «Cooperar. Le prometí a Minjeong que cooperaría. Oh, Min, por favor. No se puede acabar así»–. Haga lo que tenga que hacer, agente Kang, pero no me voy a marchar hasta que ella se encuentre fuera de peligro. Ponga a una docena de agentes a mi lado... No me importa.

Daniel miró hacia la entrada de urgencias cuando otro Suburban frenó en seco y salió el resto del equipo.

–Por ahora bastará con nosotros seis. Vamos a buscar un lugar más privado que éste.

–Gracias, Daniel–dijo Jimin dulcemente–. Por favor..., dígame cómo está.

Cuando caminaban por el pasillo, en aquel momento desierto, hacia una salita, Daniel habló.

–La acaban de llevar a la sala de operaciones.

–¿Estaba consciente? –La imagen de Minjeong inmóvil no se apartaba de su cabeza.

Daniel se aclaró la garganta.

–Señorita Yu...

–Dígamelo, Daniel. Por favor.

–Llegó aquí sin constantes vitales... –Apretó la mandíbula al oír el débil gemido, rápidamente ahogado, de la joven, y se apresuró a añadir–: Pero le han practicado reanimación cardiopulmonar de camino. Han conseguido que vuelva.

«Han conseguido que vuelva.

¿Adónde había ido? ¿Podía acabar todo de una forma tan rápida? Claro que sí. Me acarició la mano y dijo que todo saldría bien. Se puso delante de mí. Oh, Dios mío, se puso delante de mí.»

–Disculpe –dijo Jimin, de pronto. Se alejó y desapareció en un cuarto de baño.

–Son–ordenó Daniel–. Vaya.

–Sí, señor.

Chaeyoung la encontró apoyada en una pileta, con las manos aferradas a los bordes de la porcelana blanca, respirando de forma rápida y entrecortada. El protocolo indicaba que Chaeyoung debía protegerla, no consolarla, pero no podía olvidar el gesto de la hija del Presidente mientras miraba el monitor, cuando intentó tocar a la comandante herida a través de la pantalla. «Dios mío, hace diez días ella me retuvo...»

Chaeyoung posó los dedos, tímidamente, en el hombro de Jimin. No le veía la cara, pero percibía su temblor.

–Señorita Yu...

–Me encuentro bien –repuso Jimin, en un tono débil, sin mover la cabeza–. Sólo necesito... un minuto.

–Por supuesto. –Chaeyoung apartó la mano y retrocedió, aunque se mantuvo cerca.

Jimin cerró los ojos y esperó a que se le estabilizase el estómago. Intentó esquivar la horrible idea de que otro ser humano había estado a punto de morir en su lugar, una mujer a la que ama...

«No puede ser. No puede ser. Yo no siento eso. Oh, que no suceda ahora.»

–Dios, ella no puede morir. –Jimin levantó, de pronto, la cabeza al darse cuenta de que había hablado en voz alta. Sus ojos tropezaron con los de Chaeyoung en el espejo. Había comprensión y amabilidad en ellos, probablemente más de la que ella merecía–. ¿Puede localizar a alguien que me explique lo que le pasa?

명예 // 1Where stories live. Discover now