16.

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En Shenyang hacía un frío de mil demonios.

No es que haya hecho mucho calor en ningún sitio en el que Yibo haya estado últimamente, pero en Shenyang hacía un frío desmesurado.

Eso arruinó su plan de dar un paseo nocturno mientras llamaba a Zhan. Su compañero de piso parecía haberse instalado para pasar la noche en su habitación de hotel, el vestíbulo estaba extrañamente ocupado debido a algún tipo de conferencia de negocios. No quería ir a ningún sitio demasiado público, como una cafetería, porque Shenyang era una ciudad de hockey y casi seguro que lo reconocerían.

Decidió jugar la carta de la fama.

Se dirigió a la recepción y les dedicó su mejor sonrisa de Wang Yibo.

—Disculpe. Esperaba que pudieran ayudarme.

El joven detrás del escritorio parecía muy emocionado.

—¡Por supuesto, señor!

—Necesito hacer una llamada telefónica y esperaba tener algo de privacidad. Pero mi compañero de cuarto está dormido y...

El joven le sonrió como si estuviera a punto de hacerle un gran favor.

—Ven conmigo —, le dijo. —Sé dónde puedes ir.

Condujo a Yibo hasta una puerta en la que decía Sala de Reuniones nº 3. Abrió la puerta y encendió la luz.

—Quédate el tiempo que necesites —, dijo. —La puerta se cerrará detrás de ti.

—Gracias —, dijo Yibo, mirando la etiqueta con su nombre, —Caín —. Le entregó un billete de veinte dólares y Caín lo agarró, radiante. Le dio las gracias a Yibo dos veces antes de salir de la habitación.

Yibo se sentó en una de las sillas de la sala de reuniones y llamó a Zhan, que contestó enseguida.

—Dos victorias. Buen trabajo —, dijo Zhan.

—Sí, gracias. Estoy orgulloso de los chicos.

—Me encanta verte jugar.

—¿Sí?

—Mm. Es sexy.

Yibo sonrió.

—¿Dónde estás?

—Estoy en tu habitación. ¿Dónde estás tú?

—En una sala de reuniones de un hotel en Shenyang.

—Oh.

—Sí, lo siento. Esta noche no.

—Está bien. Estoy husmeando en tu apartamento.

—¿Fisgoneando?

—Sí. Buscando en tus cajones —. Hubo una pausa. —Oh, Dios mío. Yibo, ¿Guardas tu medalla de oro en el cajón de la ropa interior?

—Parece que ya sabes la respuesta.

—¿Por qué no está expuesto?

—¿Cómo dónde?

—No creo que guarde una medalla de oro en el cajón de la ropa interior si la tuviera.

—¿Dónde la guardarías?

—No lo sé. Probablemente la llevaría todo el tiempo.

Yibo se rio.

—¿Así que te quedas en mi casa esta noche?

—Sí. Si te parece bien.

—Por supuesto que está bien. Fue mi idea.

—Lo sé. Es que... parece generoso.

S5.Where stories live. Discover now