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Una vez bajaron del auto, Bella no creía que de todas las voces que siempre notaba cuchillear ahora se encontraran calladas. No entendía que era lo que ocurría, pero su expresión había tomado una fina línea con sus labios en cuanto pudo notar hacia dónde las miradas iban. Aunque le pareció extraño como con una sola mirada al frente, Leongina había logrado que algunos grupos retrocedieran por reflejo.

—¿Que...? ¿Leona?

—¿Dime, mi querida Bella?~

—¿Qué ha sido eso?—pregunta mientras la nota como se acerca a ella colocándose a la misma par, para luego ver cómo le entrega sus llaves del auto.—Gracias.

—Ha sido mi encanto.

Bella levanta una ceja ante la broma tan corta y directa que hace la albina, que la mira tanto que por un momento la ve tan despreocupada que no evita sonrojarse por esa belleza natural que siempre había admirado en cada historia que leía de pequeña. Sin duda era mejor que los dibujos de los cuentos.

—No se cómo puedes actuar bromista, sabiendo que somos el centro de atención. —murmura Bella intentando pasar desapercibida cuando sabía que era en vano.

—Ay mi querida Bella. ¿Te molesta la atención? Lo arreglaré. —añade con total tranquilidad mientras que alarga la mano para tomar la mochila de su contraria y colocarla en su hombro—¿Quieres que lo haga?

—¿Que harás? —pregunta coibida.

—Solo dime, ¿lo quieres?

—M-mejor no. —tartamudea nerviosa por la mirada tan amplia y segura de la albina, aquellos ojos celestinos parecían tan hipnotizantes.

—Muy dulce de tu parte, mi querida Bella. —añade con total respeto.

Bella camina rápidamente hacia dentro de la institución pero en el camino a su block, un cuerpo interfiere en el camino.

La mujer albina ya tenía ligeramente preparado hablar con el director de la Institución más que nada para ver cómo era la organización durante su visita, para ver dónde debían colocar las mejoras que serían donadas por el Alfa Rock, después de todo su visita no sólo se debía a mejorar la cultura de los museos, sino que traer más motivos agradables a la vista para que los estudiantes se motivaran a culminar sus estudios en aquel lugar.

La siguió hasta los casilleros, la vio guardar algunas cosas y dejar otras, sin duda alguna se podía perfectamente percibir el aroma putrefacto de los vampiros, lo bueno era que estaba respetando su presencia y no habían tenido la caradurez de acercarse a su Luna frente a ella.

—Leona. ¿Dónde estaras? —pregunta Bella mientras mira su horario para ver qué clase le toca aquel lunes de mañana.

—No te preocupes por nada, lo he dicho antes, investigaré un momento las debilidades y fortalezas del Instituto, luego si quieres te paso a buscar para almorzar. —comenta totalmente despreocupada, mientras rasca ligeramente la nariz.

«Maxam compórtate. Haz caso omiso al aroma, por la Madre tierra» regaña incomoda por la sensación de picazón en sus fosas nasales.

«Piedad es lo que no tengo, me molesta su aroma. Y hoy, esos vampiros están muy pasivos de lo normal. Me niego a dejar a nuestra luna, sin mi presencia» refunfuña Maxam incomodo en el fuero interno.

Leongina afina sus sentidos auditivos para poder escuchar a su alrededor mientras que acompañan a su pequeña Luna a la clase de Biología, pudiendo escuchar unos susurro muy bajos de la pequeña población de lobos encubierto en aquel lugar.

«Jessica por favor no hagas ningún mal comentario, hoy no por favor» se escuchó un susurro suave de una mujer adolescente.

«¿Qué? ¿Porqué? Que acaso no viste semejante mujer que vino con Bella? La nueva es rara, y que venga con una persona que se nota bastante mayor... Me hace pensar que puede ser de esas... Ya sabes...» susurra la chismosa Jessica Stanley.

Isabella Swan, Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora