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Viernes
23 de julio, 2006.

La pareja de Alfa y Luna se encontraban durmiendo en la cama, la noche ajterior habían podido disfrutar desde la tarde hasta la noche, unos besos llevaron a unión sexual y seguido de esto, el descanso bien merecido en su cuerpos llegó, el jetlag estaría unas horas más en ellas hasta que pudieran volver a sus respectivas rutinas.

Leongina se encontraba con el cuerpo despatarrado en la cama matrimonial, mientras que Bella se encontraba acurrucada a un lado, aunque ya hace un buen rato que había despertado con hambre pero se había quedado admirando la belleza dormilona del Alfa, quién parecía estar en plena paz.

«La piel blanca ya no es tan pálida como aquella vez del ataque de Cullen. Entonces la anemia dicha por Luca debió pasarse a segundo plano... Su cabello está mas rebelde pero sigue siendo tan bello como una melena de un león embravecido.»reflexiona con cariño y detalle, sin tener ganas de moverse, el tacto suave de la piel de sus piernas contra la tela del colchón era de satén tan suave y fresco, pero estando cerca de su Alfa la sensación de calidez era deliciosa. Daba gusto sentir ambas, era como otra forma de saber cuán vivo estaban al estar juntos.

Sin embargo, una brisa calida se percibe en el ambiente y luego, un repiqueteo en la ventana del balcón frontal que daba hacia el centro del pueblo. El alfa resopla intentando levantarse poco después de aquella ráfaga, Bella dirige la mirada hacia la ventana pudiendo ver un asombroso fénix volando, golpeteando con su pata la ventana. Bella inmediatamente, siente como una ráfaga de copos de nieve rodea su cuerpo y censura la vista de quién pudiera ser, mientras que el alfa se levanta sin ningun pudor colocandose solo una toalla en la parte baja de su cintura, caminando con desden hacia el balcón.

Leongina abre el ventanal, revelando al flamante fenix, que enseguida deja caer un pergamino en las manos del albino.

«Es tu agenda de hoy. Ni se te ocurra moverla a otro día.»expresa por el link el beta fenix.

—Gracias.

Y tras ello, Leongina vuelve a cerrar el balcón, dejando que el fenix retome otro camino. Debía ir a buscar a los escoltas, nadie debía faltar en el juicio de hoy.

—¿Leona?—pregunta Bella, al ver que se ha quedado leyendo el pergamino.

La castaña observa como el Alfa suspira resignandose a algo de lo que está leído en el papel enrollado. Sin embargo, lo vuelve a enrollar y dirige su mirada celestina con la castaña.

—No podremos descansar más, debemos asistir al juicio que pedí para el caso de Leah Clearwater. —explica mientras deja encintado el pergamino sobre la pequeña mesa de noche.

—Me imagino que será un juicio extenso, pero no me imagino algo tan serio sabiendo las apariencias del concejo Ginonix, parece muy fantasioso. —comenta Bella, mientras nota como la nieve que censuraba su cuerpo, dejandola desnuda ante el Alfa, que cierra rápidamente los ojos. —Oh, solo era para que no me viera tu beta...

—Eres mía y debo admitir que se ve muy hermosa, mi pequeña luna, pero si no salimos a ducharnos, le volveré a hacer el amor. —dice con una fluidez digna de un trofeo porque el rubor y la mirada hambrienta hablan por si solo— Si su deseo es aquello, llegaremos con tiempo justo... Y si no lo quiere, es su momento ahora de huir del deseo que siento por su linda e inocente vista hecha en mi.

Bella se mordió el labio al ver que era cierto, lo estaba viendo con mucha atención, no podía negarlo. Por lo que, hizo lo que nunca creyó hacer, usó la sabana para cubrirse y agarrar la almohada para decir:

—¡Soy invisible! ~

Y tras ello, la ternura ganó al corazón de leona, y el deseo cariñoso fue a consumar el amor que le correspondía buscar bajo esas sábanas.

Isabella Swan, Mi LunaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant