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Los sonidos alrededor eran de pura tranquilidad, habían ligeros movimientos de pisadas que provenían del piso anterior del cuarto dónde estaba descansando, reconocía perfectamente un ambiente clínico con aquel aroma a alcohol desinfectante y otros químicos, pero no había ruido de ruedas chirriantes de camillas ni voces de distintos tonos a su alrededor, por lo que descartó que estuviera en un hospital. Lentamente abrió sus ojos, viendo al principio borroso con un ligero dolor punzante entre sus sienes pero soportable, volteó la mirada por instinto hacia su izquierda, encontrando a su amada Leona con los cerrados pero su pecho subiendo y bajando calmada ante el son de su respiración; una vista muy diferente a cuando había estado consciente antes.

Se levanta rápidamente de donde reposa su cuerpo, quedando sentada, toca rápidamente la cabeza al sentir un mareo intenso. Demasiado impulsiva como siempre, resopla y mira con preocupación a su Alfa favorito.

—Buenas tardes, Luna Isabella. —saluda entrando por la puerta, una joven mujer regordeta con uniforme de enfermera. Quién con cuidado, se acerca a ella con una bandeja donde se veían a simple vista: agua, una pera jugosa, y una pastilla.— Debe tener hambre, el médico recetó que comiera y que si tiene dolor de cabeza, se tomara esta medicina.

Se rasca ligeramente bajo su ojos izquierdo, con cierta picazón y luego mira más a su alrededor, cayendo en cuenta de que estaban en la Manor Ginonix, hogar de su Alfa.

—Gracias... ¿Por cuánto tiempo hemos estado así?—pregunta incómoda pero tratando de ser agradable.

La señora deja en una mesita de noche cercana a ella con distancia prudente la bandeja de alumnio, y se sienta a un metro de la Luna, por respeto a su Alfa que aún descansaba. La expresión tranquila de la mujer pasó a una comprensible pero triste.

—Hace una semana. Es la primera en volver en sí, esperamos vuestra pronta mejoría con ansías. Pero si usted se está recuperando, pronto podremos ver al Alfa recuperado.—contesta la enfermera sincera.

La piel de la humana se estremece al sentir el peso de aquel tiempo. Una semana en estado de inconsciente, dónde parece que la mujer y muchos esperan que tras ella, la albina despierte y todo vuelva a estar en orden. Con determinación, come la fruta y mira en silencio a su amado Alfa, luego se toma la medicina con ayuda del agua.

—Pronto estaremos sanos, por favor, ¿podría dejarnos a solas?—pregunta tímida pero determinada, mientras se intenta levantar temblorosa de la cama de donde se encontraba para ir junto a su Alfa, no le gustaba esa distancia que sentía entre ambos.

La enfermera asintió, pero estuvo atenta a sus movimientos en caso de intervenir si la Luna lo necesitase. Siendo así, como una vez la vio sentada en la orilla de la otra cama, se retiro tras tomar la bandeja y abrir con cuidado de molestar a sus líderes. Segura de que la Luna sabría despertarlo, todos tenían fé del poder de la cercanía de la Luna hacia el Alfa.

Tras estar sola, Bella toma la mano de su Alfa está tenía la temperatura de siempre, gélida pero no tanto. Beso dulcemente el dorso de su amado Alfa, y cerró sus ojos. «¿Leona? ¿Maxam? Ya estoy bien...¿Están bien?»pregunta por la conexión Alfa-Luna.

Esperó y esperó, tras veinte minutos espera, justo para cuando iba a sentir el corazón cayendo al suelo. La mano donde reposaba sus labios tomó fuerza y se sintió un apretón suave; sus ojos se movieron ligeramente tras los párpados, seguidamente aquellos hermosos ojos celestes tuvieron respuesta tras enfocar la vista en ella.

Mi querida Luna es un alivio poder verte con bien... —murmura con voz ronca Leongina tras sentir sus párpados cansados, y su cuerpo agotado.

—A mi me alegra saber que estás mejor, tuve mucho miedo. Te vi ida Leona, ninguno respondía a mis llamados... Nunca más me des esos sustos...—suplicó Bella con aflicción, mientras recostaba su mejilla derecha en el dorso de la mano izquierda. Soltando lágrimas tras recordar la fea sensación de no tenerla consciente.

Isabella Swan, Mi LunaWhere stories live. Discover now